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Todos los capítulos de El universo que inventamos: Capítulo 91 - Capítulo 100
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CAPÍTULO 91: Hasta en la sopa
AlexanderLuego de dejar a Abril en la habitación, me recosté boca arriba en la cama para pensar. Lo que sucedió me asustó muchísimo y del miedo pasé al enojo. Repasé una y otra vez en mi mente lo que ocurrió, tratando de hallar el punto de quiebre. Tal vez la culpa fue mía por no haberme puesto la chaqueta o no haber dejado que ella me acompañara, o quizás fue culpa de Abril por haber salido sola a la calle a esa hora y haberse alejado tanto; no lo sé, solo sé que tenía mucho enojo, porque aunque es verdad que la culpa es únicamente de los agresores, vivimos en un mundo en el que no sabemos con qué clase de personas nos podemos encontrar, y cada quien tiene que cuidarse a sí mismo y a los seres que ama.No tenía sueño y daba vueltas en la cama. Hubiera preferido estar acurrucado con Abril en ese momento, pero quise evitar una discusión mayor. Como se lo dije en el ascensor del hospital, no tenía nada bueno que decirle y cuando estoy tan enojado prefiero no decir nada para no termina
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CAPÍTULO 92: Celos
Cuando Alex y yo bajamos al comedor, la señora Lucía ya se encuentra sentada en la mesa con su esposo.—Buenos días —saludamos.—Buenos días. —Nos devuelven el saludo, mientras nos acomodamos en la mesa.—Federico, mira, esta preciosa chica es la novia de mi hijo, se llama Abril. Nena, este es mi esposo Federico Sky —dice la señora Lucía, presentándonos.—Mucho gusto señorita.—Es un placer —contesto.Durante el desayuno Alex y yo los escuchamos charlar alegremente, contestando preguntas de ambos de vez en cuando.Después de comer, la señora Lucía propone que vayamos a dar una vuelta los cuatro y aceptamos con gusto.👋≧◉ᴥ◉≦Llegamos a una enorme plaza con una hermosa fuente y nos sentamos en una banca. Luego de un rato, el señor Federico invita a mi novio a ir por unas hamburguesas, dejándonos solas a mi suegra y a mí.—¿Cómo sigues, cariño? —pregunta con una sonrisa cariñosa.—Bien, señora Lucía, muchas gracias.—Quiero que me sigas diciendo Lucía, ¿de acuerdo?—Claro que sí, por su
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CAPÍTULO 93: El amor y la música
No sé cuánto llevo acostada en la cama mirando al techo, cuando Alex aparece. La ropa que trae puesta no es la misma que llevaba antes de irse… Reprimo mis ganas de matarlo cuando, además, veo en el reloj que son más de las diez de la noche, y decido esperar que él mismo me lo explique todo.—Hola mi princesa —me saluda dándome un beso en la frente y enseguida empieza a quitarse la ropa.—Veo que traes ropa nueva… —comento sin ser capaz de aguantar más tiempo con la duda.Él me mira por encima de su hombro.—Sí, me regalaron este traje en agradecimiento por haber aceptado la sesión de fotos.—Te queda perfecto —lo adulo porque, el hecho de que esté enfadada, no quiere decir que no pueda notar lo guapo que está.—Gracias, nena.—¿Tienes algo que contarme? —pregunto al ver que no tiene muchas palabras.—¿Estás celosa? —cuestiona con una sonrisita burlesca.«¡Claro que estoy celosa, ¿es que acaso no lo notas?!»—No, para nada —contesto todo lo contrario a lo que pasa por mi mente—. Simpl
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CAPÍTULO 94: Con las manos en la masa
Después de despedirnos entre lágrimas de la señora Lucía y el señor Federico, salimos de la casa para el aeropuerto. En el camino, mientras vamos en el taxi, Alexander hace una llamada a la estación de policía para preguntar cómo va el caso y le dicen que mañana lo darán de alta al tipo y lo encerrarán en la cárcel mientras se concreta el juicio. Él quería estar presente, pero desafortunadamente no fue posible, porque las clases empiezan pasado mañana y tenemos que estar en nuestra ciudad.Esta vez tuvimos que tomar un vuelo normal, ya que el avión privado de la familia de Alexander no está disponible, así que volamos en primera clase junto a los demás pasajeros.Voy saliendo del baño, luego de vaciar mi vejiga del jugo que me tomé, y me llevo tremenda sorpresa al ver una mujer sentada en mi silla, charlando animada con mi novio y él, riéndose divertido con ella.Antes de estar en su campo de visión, me aclaro la garganta para que me noten y Alexander deja de reír de inmediato al ver
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CAPÍTULO 95: Un anuncio desagradable
Me quedo muda cuando la veo y ella se me adelanta:—Hola, Abril, ¿te cansaste de esperarme? Lo siento es que un alumno me retuvo.Por fortuna su saludo me sacó el trasero de Jack de la mente.—Sí, no, eh, ¿por qué mejor no vamos a otro sitio?—¿Por qué? En el despacho podemos estar tranquilas sin que nadie nos moleste.—Sí, pero es que… escuché ruidos, al parecer están haciendo aseo.—Bueno, está bien, entonces busquemos otro sitio. —Se da la vuelta y empieza a caminar, pero—… ¿Qué es ese ruido?Los gemidos femeninos se oyen por el eco del piso.—Quizás la chica del aseo está cantando, y qué mal canta —digo poniendo cara de asco.—Sí, está muy desafinada.Tapo los gemidos con mi risa y la agarro del brazo arrastrándola fuera de ahí.👋(̶◉͛‿◉̶)Salimos al patio trasero y nos sentamos en las tribunas, lejos de los curiosos.—Ahora sí, no hay nadie cerca, te escucho.Lo piensa por un instante y luego suspira desanimada.—Se trata de Jack.Trago saliva con disimulo.—¿Pelearon?—Ese es el
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CAPÍTULO 96: El mensaje
Lo que acaba de decir el director, lo sentí como si me hubieran metido un petardo en el culo, y para mi novio fue como una patada en las bolas, porque los dos nos miramos con la misma expresión en el rostro. Una manifestación de asombro mezclado con aversión, y para rematar, tan pronto en director menciona a la escuchimizada esa, se aparece subiendo las escaleras de la tarima, contoneándose como si fuera una supermodelo y sonriendo de manera exagerada. Alejandro Miller le pasa el micrófono y ella lo coge como si fuera un trofeo que se ganó en el concurso de “Miss perra”.—Buenos días a todos —saluda con su horrible voz chillona, y se escuchan un montón de chiflidos de los estudiantes de género masculino.«¿Qué le ven a esa?»Entre los hombres que están alabando la presencia de esa víbora, se encuentra Cristóbal y yo lo miro con cara de estar próxima a tirarme sobre su espalda y desgreñarlo por idiota. El chico parece tener un don para leer el pensamiento, porque enseguida se vuele ha
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CAPÍTULO 97: El regalo mágico
Varios golpes hacen sonar la puerta principal y la voz de Alex me llama:—¡Abril, ábreme la puerta!«No pienso abrirle, ¿qué me va a decir? Lo que vi dejó todo claro.»—¡Pequeña, por favor ábreme, esto es un malentendido! —dice voceando desesperado.Yo sigo acostada en la cama, llorando, abrazada a la almohada y luego lo veo al otro lado de la ventana.—¡Mi amor, no todo lo que ves es lo que parece, déjame explicarte!Su rostro refleja mucha angustia, pero estoy vulnerable ahora y si lo escucho seguramente creeré cualquier cosa, así que me levanto de la cama con decisión y cierro las persianas, cubriendo su figura detrás del vidrio.Me voy al baño donde seguramente no escucharé su voz, y me siento en el retrete cubriéndome la cara con las manos mientras sollozo.Está claro que estoy en estado de shock porque me encuentro fuera de este planeta. «¿Qué explicación puede haber para eso?» Él dice que es un malentendido, pero para mí no lo es… Leí muy claramente lo que le escribió esa muj
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CAPÍTULO 98: Disculpa dudosa
Esa hermosa confesión de amor hace emerger un par de lágrimas que ruedan por mis mejillas.Alexander consigue que mi alma se eleve hasta el cielo y se quede allí flotando. Solo sé que si voy a llorar por razones como esta, entonces quiero vivir toda mi vida con lágrimas en los ojos…Su siguiente paso es ponerse a mis espaldas para ensamblar la cadena alrededor de mi cuello.—Ahora estás perfecta —afirma regalándome un dulce beso en la mejilla.—No debiste ponérmela.—¿Por qué? —cuestiona mirándome con desconcierto.—Porque ahora tendrás que quitármela.Levanto mis brazos para agarrarlo del cuello al tiempo que me dejo caer sobre el mueble y él se cierne sobre mí.Mi boca se acerca a la suya y lo beso… Sus labios se separan para atrapar los míos, saboreándolos milímetro a milímetro en un baile lento y sensual que me lleva a otra dimensión…Tomo el borde de su camisa y empiezo a subirla lentamente, acariciando sus costillas y espalda en el proceso, mientras nuestras bocas se deleitan co
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CAPÍTULO 99: Los novios no viven juntos
Eva se sujeta la cabeza y parece confundida, pero está consciente. Al parecer fue un simple mareo; sin embargo, le sugiero que vaya a la enfermería y ella se opone diciendo que ya se encuentra mejor. Se sienta tras el escritorio y continúa la clase como si nada hubiera pasado. La expresión de su rostro cambió y ahora parece estar en perfectas condiciones.Alex y yo nos miramos desconcertados y luego nos vamos a nuestros sitios.Cuando nos sentamos, Eva asiente con una sonrisa en dirección a mi novio, avisándole que puede comenzar:—En general, el dualismo sostiene la distinción real entre alma y cuerpo. El alma humana a veces es llamada espíritu, o es mencionada por sus potencias, como la razón o la inteligencia. Como lo más obvio es que nuestras ideas, juicios, intenciones no son algo corpóreo, tangible o visible, el dualismo forma parte del conocimiento común, al margen de las teorías filosóficas, y en cierto modo nadie puede prescindir de él. Las religiones suelen sostener igualmen
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CAPÍTULO 100: El precio de lo oculto
Llegamos a mi casa y soy la primera en bajarse del auto; Alexander no tiene llaves, así que camino hacia la puerta y la abro.—Adelántate, veré como está mi gallo.Ni siquiera lo miro y camino directo a saludar al señor Clock mientras él ingresa a la casa sin decir nada.Me acurruco frente a la casita de mi amado despertador y lo saludo acariciando las suaves plumas de su lomo.—Tu padre se irá de la casa —le digo sintiendo un nudo en la garganta—. Tienes que ser fuerte y no extrañarlo esta vez, él vendrá a visitarte de vez en cuando.Le doy un beso en la cabeza y sus ojitos se cierran de nuevo.Entro a la casa y mientras saludo a Panqueque, veo a Alexander en el cuarto haciendo la maleta.Voy hacia allá y sin que se dé cuenta, saco su ropa de la maleta y la meto en mi armario cada vez que él empaca una prenda nueva, pero se da cuenta demasiado rápido y arruga el entrecejo haciéndose el enojado.—Abril, ¿estás sacando mi ropa del maletín? —pregunta como si no lo sospechara.—No, para
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