—¡Ja, ja, ja! —Anaís reía por lo que su jefe le había mencionado—. Mi nombre no es elegante, ¿de dónde saca eso, doctor?—Solo digo la verdad, el nombre Anaís tiene un encanto especial. Por cierto, se popularizó en Francia alrededor del siglo XIX por una actriz que ahora no recuerdo el seudónimo que usaba y en España fue en los años 80, cuando estaba de moda ese nombre, todo por culpa de un conocido perfume francés.—¡interesante! No sabía nada de eso, ja, ja, ja. Así que soy famosa.—ja, ja, ja —Gerald se rio, disfrutaba de ese momento que tenía con ella, quería que no se acabara, deseando en su corazón tener el poder de paralizar el tiempo justo ahí.—Según usted, los nuevos productos deberían llevar mi nombre, por lo que me has contado. Pero no estoy muy convencida de que sea correcto usarlo.—¿Por qué no? Sí, es un nombre elegante, que además tiene un sonido melodioso y esa conexión con la gracia.—Doctor Garnier, voy a creer que es una biblioteca andante, ja, ja, ja, es agradabl
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