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Todos los capítulos de ¿Casados o Divorciados?: Capítulo 91 - Capítulo 100
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El beso.
La tensión en la sala era palpable, como si el aire mismo se hubiera vuelto denso. Alessia se encontraba atrapada entre la pasión y la culpa, y el corazón le latía con fuerza en el pecho. A su alrededor, los invitados seguían disfrutando de la fiesta ajena a la tormenta emocional que se desataba en el pequeño espacio donde Alessia y Kelvin se encontraban.Kelvin, con los ojos aún abiertos por la sorpresa, retrocedió un paso. Su mirada se desvió hacia la ventana, donde Rebeca había estado parada momentos antes. La figura de su amiga se desvanecía en la oscuridad de la noche, y Alessia sintió que había perdido algo más que una amistad. Había perdido la confianza de alguien que había estado a su lado durante años.—Alessia, no puedo —dijo Kelvin, con su voz ronca—. Esto no está bien para ninguno de nosotros.Alessia luchó por encontrar las palabras correctas, para no hacer más grande el problema ¿Cómo explicar lo que había sentido en ese beso? ¿Cómo justificar su egoísmo? Pero antes de q
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Triángulo amoroso.
*Días antes* La sala de la consulta estaba iluminada por la luz de la mañana. Rebeca, con su bata blanca y cabello recogido en un moño, revisaba los informes médicos de su paciente. La joven frente a ella parecía nerviosa, y Rebeca intentó calmarla.—No se preocupe, señorita García —dijo Rebeca con una sonrisa tranquilizadora—. La consulta ginecológica es una rutina, y estoy aquí para responder a todas sus preguntas.En ese momento, la puerta se abrió con brusquedad. Alessia entró con una mirada desafiante clavada en Rebeca. No había olvidado la rivalidad que existía entre ellas.—Rebeca —dijo Alessia con desdén—, ¿sigues aferrándote a Kelvin? Deberías rendirte. Estás demasiado vieja para él.—Señorita, no puede pasar… —La enfermera entro después de Alessia y con una expresión de preocupación miro a Rebeca—. Doctora, trate de detener a la señorita, pero…—Tranquila Marta no te preocupes —Rebeca le sonrió con amabilidad, ¿qué culpa tenía la mujer de los arrebatados de Alessia?Rebeca
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El dolor de un hermano.
El patio trasero estaba bañado por la luz de la luna, Otniel se apoyó contra la pared, observando en silencio a su hermana Rebeca. Ella estaba sentada en el banco de madera, mientras que las lágrimas resbalaban por sus mejillas pálidas.Otniel sabía que Kelvin era el culpable de las lágrimas de su hermana. El mismo Kelvin que había compartido risas con ellos durante años.El corazón de Otniel latía con fuerza. ¿Cómo podía Kelvin hacerle esto a Rebeca? ¿Cómo podía romper su corazón de esa manera? Otniel había visto el brillo en los ojos de su hermana cuando Kelvin estaba cerca, aunque al principio no lo había entendido del todo.Sabía que ella estaba enamorada, después de haber escuchado aquella conversación por error, pero también sabía que Kelvin no sentía lo mismo, porque veía que él no hacía nada.Se acercó a Rebeca y se sentó a su lado. Ella no lo miró, pero él pudo ver el dolor en su rostro.—Rebeca, mi hermana querida —dijo en voz baja, como si no quisiera interrumpirla—. ¿Quier
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Francia.
El golpe de Otniel resonó en la mandíbula de Kelvin, haciéndolo tambalear. Aunque no esperaba el golpe, también sabía que había cruzado una línea al jugar con los sentimientos de Rebeca de alguna manera, pues desde que ella habló de sus sentimientos él seguía aún indeciso, sin poder aclarar lo que siente realmente por ambas mujeres.El dolor se extendió por su rostro, pero algo más se agitó en su interior: un recuerdo lejano, una época en la que él también había defendido a Rebeca. Tal vez no con la misma intensidad que Otniel, pero lo había hecho.Kelvin tenía quince años entonces, y el mundo estaba lleno de misterios y emociones intensas para él. Rebeca, su amiga desde la infancia, era su compañera de aventuras y Kelvin no podía soportar verla herida.Un día, ella estaba en la universidad, un chico mayor que ellos siempre se burlaba de Rebeca. Kelvin recordaba su risa cruel, las palabras hirientes que arrojaba como piedras. Rebeca, con lágrimas en los ojos, intentaba ignorarlo, pero
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Me iré.
Días antes que Kelvin emprendiera su viaje a Francia, aprovechó para salir con Rebeca, quien no se negó a su invitación. Él, la llevo a almorzar a un lujoso hotel de la ciudad. Sin darse cuenta, un par de ojos los observan desde la distancia.Alessia experimentaba una mezcla de emociones al ver a Kelvin y Rebeca juntos. Por un lado, siente un pinchazo de celos y envidia al presenciar su cercanía. La visión de su amigo compartiendo risas con Rebeca le recuerda que él no es solo suyo.Sin embargo, también hay un atisbo de resignación y tristeza. Alessia sabe que su atracción por Kelvin es una obsesión y que no puede forzarlo a elegirla. Eso le ha quedado en claro, pero una parte de ella, le dice que no debe soltarlo.En ese momento, su corazón se divide entre el deseo y la realidad, y se pregunta si algún día encontrará su propio camino hacia la felicidad.El sol de mediodía bañaba el lujoso restaurante en Valencia. Kelvin y Rebeca se sentaron frente a frente, el mantel blanco y las cop
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No irás a Francia Alessia.
Alessia se encontraba en su habitación, la luz tenue de la lámpara apenas iluminaba las paredes. El aire estaba cargado de tensión y emoción. Su corazón latía con fuerza mientras pensaba que hacer. El reloj en la pared marcaba las once de la noche.Su mente se llenó de imágenes imaginando estar ahí: las calles empedradas de París, los cafés con aroma a croissants, los museos repletos de arte. Y en medio de todo eso, Kelvin. ¿Cómo podría soportar la distancia? ¿Cómo podría quedarse en Venezuela mientras él se perdía en las calles de Francia?Alessia se levantó de la cama y miró por la ventana. La luna brillaba en el cielo, como un faro que señalaba el camino hacia el camino que debía tomar.De pronto la puerta se abrió, era su padre, con los brazos cruzados y una mirada severa.—¿Qué haces despierta a estas horas? —preguntó él— ¿Por qué fuiste a molestar a Kelvin? Te dije que no te acerques a ese muchacho, has causado demasiado daño con tus arrebatos sin pensar en las consecuencias, pe
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El amor, una sinfonía musical.
Kelvin aterrizó en el aeropuerto Charles de Gaulle con una mezcla de emoción y cansancio. La brisa fresca de París acarició su rostro mientras recogía su equipaje. Había venido a estudiar música, pero el propósito más importante era para despejar sus sentimientos.También estaba ansioso por ver a su bisabuelo Blaise Garnier, el magnate de la industria cosmética, ya que tenían mucho tiempo sin poder compartir.Blaise, a sus 95 años, aún vivía en un lujoso apartamento cerca del Sena. Las paredes estaban adornadas con obras de arte y fotografías de celebridades que habían usado sus productos, aparte de las fotografías familiares.Cuando Kelvin llegó al edificio de Blaise, el portero lo recibió con reverencia. El ascensor lo llevó hasta el último piso, donde la puerta se abrió para revelar un salón opulento. Blaise estaba sentado en un sofá de terciopelo, rodeado de elegancia y riqueza.—¡Kelvin! —exclamó Blaise, extendiendo los brazos—. ¡Por fin estás aquí! ¿Cómo fue el vuelo?—Bisabuelo
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Regreso a casa.
Durante la ausencia de Kelvin en Francia, Rebeca y Alessia continuaron sus vidas en Venezuela, cada una siguiendo su propio camino.Alessia trató varias veces para hablar con Rebeca, sin embargo, esta se negó varias veces, por lo que ella acabó acudiendo a Ezra para enviarle mensajes, ya que Rebeca, incluso, la había bloqueado de todas sus redes sociales y su número.—Rebeca me odia.—Está dolida, eso es todo, tienes que darle tiempo —dijo Ezra.—Nada será igual.—Eso depende de ustedes, además si sigues amando a Kelvin, dudo que ella quiera hablarte de nuevo.Alessia suspiró, porque a pesar del tiempo su corazón seguía extrañando a Kelvin y se negaba a soltarlo por completo.—Por favor, entrégale la nota y disculpa tanta molestia, me iré unos días para Caracas, será la última por los momentos.—Ok, está bien, no te preocupes —Ezra asintió.Rebeca, paso sus días atendiendo a mujeres, tanto en la clínica, como en el hospital y en operativos de salud que se le ofrecían a la población, t
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Alessia no se encuentra.
Kelvin, después de arreglarse bajo a desayunar, su madre ya tenía todo listo cuando él entró en la cocina.—Buen día, mamá.—Buen día mi niño —Saludo Anaís con una sonrisa cálida.—¿Vas a la empresa o a la casa hogar? —pregunto Kelvin mientras se sentaba a desayunar.—Hoy iré a la casa hogar, algunos matrimonios van porque están interesados en adoptar.—¿Puedo ir a ayudarte?Los ojos de Anaís se iluminaron. —¡Oh, Kelvin! Los niños estarán encantados de verte. Y sí, sabes que necesitamos toda la ayuda que podamos obtener.Kelvin sonrió.—Extraño pasar tiempo con esos pequeños.Anaís asintió con entusiasmo. —Ellos también te extrañan, sobre todo Gael, y si les cantas algo, estarán superfelices, tu visita les va a alegrarle el corazón.Kelvin recordó a Gael, un niño tímido con ojos grandes y llenos de esperanza.—¿Aún no ha sido adoptado?—No, pero él siempre se mantiene positivo.—Lo extraño mucho desde que me fui a Francia. Cantaré para él y para todos los demás. Quiero que se sienta
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Reencuentro.
Rebeca estaba en su pequeño apartamento, uno que logró comprar con su propio esfuerzo, y ella estaba feliz, después de meditar que era hora de dejar la casa materna. El aroma del café recién hecho llenaba la habitación. Se había acostumbrado a la rutina de su trabajo como ginecóloga, aunque ahora sus turnos no eran tan exigentes como antes, pero su corazón aún guardaba un espacio para los ojos de Kelvin. El teléfono vibró sobre la mesa, interrumpiendo sus pensamientos. Rebeca tomó el dispositivo y leyó el mensaje: —Rebeca, estoy de vuelta. He regresado a Venezuela. ¿Podemos encontrarnos? El corazón de Rebeca dio un vuelco. Las palabras eran simples, pero contenían una promesa, una posibilidad. Kelvin estaba de vuelta. El amor, como una melodía persistente, volvía a sonar en su vida. Con dedos temblorosos, ella respondió sin perder el tiempo. —Claro, Kelvin. Nos vemos en el parque, al atardecer. Sus manos aún temblorosas sostenían la taza de café, Rebeca la dejo en la mesa y se
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