Mientras Román terminaba de arreglarse el traje, Frida tomaba una ducha, untando jabón sobre su anillo de bodas, en un intento desesperado por quitárselo sin que la lastimara, pero era inútil. —Frida, no tardes. Te estaré esperando en el salón junto con las niñas. Tienes veinte minutos —dijo Román
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