En ese momento, la belleza de Ana era innegable. Mientras Mario le cambiaba el vendaje, inevitablemente tocó algunas zonas sensibles, lo que provocó una reacción física en él. Su respiración se aceleró ligeramente y su garganta mostraba signos de tensión... no porque deseara tocar a Ana en esos lugares, sino por miedo a que ella se sintiera incómoda con él.Ana, por supuesto, notó su reacción física, pero no lo mencionó. En cambio, cuando sonó el timbre de la puerta, le dijo suavemente: —El servicio de habitaciones ha llegado, ve a abrir. Mario ajustó cuidadosamente la ropa de Ana antes de levantarse para atender la puerta, regresando momentos después con el carrito de comida.La cena transcurrió en calma. Ana no estaba tan fría como antes; cuando Mario le hablaba, ella ocasionalmente respondía. Su rostro, frágil y hermoso, despertaba en Mario un fuerte deseo de poseerla. Pero este deseo era diferente al de antes. En el pasado, cuando tenía relaciones sexuales con Ana, a menudo era s
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