Diciendo esto, María arrebató una maleta de las manos de uno de los trabajadores, frunciendo el ceño con elegancia, y dijo en voz alta con disgusto: —Mi padre no se va, ¡parados!—Cof, cof, ¡continúen!Al ver a su hija, que había adelgazado mucho en los últimos días, Javier sintió una punzada de dolor. Pronto, al ver a Manuel caminar tranquilamente hacia ellos desde atrás, endureció su corazón de inmediato y gritó fuerte: —¡Lo que haga yo, no es asunto tuyo! Ya has firmado para cortar nuestra relación padre-hija, ¿qué estás haciendo aquí? No te quiero aquí, y mucho menos a personas irrelevantes. ¡Salgan ahora mismo!Si no fuera por la intervención de Manuel, ¿cómo podría su hija ser tan obstinada?—Papá, en ese momento lo firmé porque me presionaste, ¡¿no lo recuerdas?!Las palabras de Javier, como pequeñas agujas de bordado, se clavaron profundamente en el corazón de María. La nariz le ardía, y no podía evitar que su garganta se apretara. —Nicolás tiene el corazón de una bestia, y tú
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