Capítulo102
En el interior del automóvil, María se acurrucaba en el asiento trasero, mirando hacia abajo fijamente a sus rodillas. Las lágrimas, que había contenido durante mucho tiempo, finalmente resbalaron silenciosamente.

Una tras otra, caían sobre el dobladillo de su vestido azul, creando círculos concéntricos de marcas húmedas. El dolor fluía como las olas, invadiendo cada nervio y cada centímetro de su piel. Sentía como si una mano le apretara la garganta con fuerza, dificultándole la respiración y causándole una incomodidad que rayaba en la asfixia.

María se sentía desesperada, como alguien que se estaba ahogando. En sus ojos, estaba llena de la desolación densa. Su propio padre biológico la había vuelto a abandonar sin vacilar.

Manuel ordenó fríamente: —Volvemos al apartamento.

—Sí, señor Sánchez.

El ambiente dentro del coche estaba frío de asustar. Samuel no se atrevía a hacer ni un ruido, concentrándose completamente en conducir.

María se sumió en la tristeza de ser abandonada nuevament
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