El aroma a pino llenaba el viento de manera gentil, acariciando su rostro suavemente mientras admiraba la belleza de los bosques que se hallaban rodeando a la inmensa propiedad. El polvo, aun se hallaba apoderado de muchos de los rincones, y vagando con los pies descalzos sobre el mármol que antaño, quizás, había sido brillante, Eufemia recorría los solitarios pasillos llenos de cuartos cerrados que seguramente guardaban mil recuerdos.Ares, casi podía escuchar las risas infantiles que una vez llenaron aquel lugar. Sus juegos divertidos e imaginaciones agitadas, habían hecho reír a su madre muchas veces antes de perderla para siempre. Aquella enorme pintura de la primera mujer a la que él había amado, decoraba el gran salón que alguna vez había sido majestuoso, pero que ahora yacía casi olvidado entre mares interminables de polvo.Su madre había sido realmente hermosa, generosa y comprensiva, siendo ella quien, a pesar de ser una sangre pura, le había enseñado que toda criatura era im
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