El canto de alguna ave, resonaba en cada rincón de la mansión durante esa mañana que recién comenzaba. Algunos débiles rayos de sol, se colaba entre las ventanas. Fuera, hacia demasiado frío, tanto que parecía entumecer el alma. Eufemia escuchaba a Jennifer hablando alegremente; le contaba de su novio humano al que deseaba estar viendo prontamente, pues, aunque él sabía perfectamente su condición de mestiza, no le había dicho exactamente a donde era que iría por petición de Ares.—Es maravilloso, en verdad, en las pasadas navidades me regalo un enorme oso de peluche con un delicado collar de oro que tenía nuestras iniciales, y yo solo le di un par de medias y una taza para su café, a veces creo que no lo merezco, pero en verdad lo amo, si me imagino una vida junto a él, y tener hijos y, ya sabes, llegar a viejos, el aún conserva la taza y es su favorita, no usa otra en su oficina — decía agitada y emocionada la médica.Eufemia reía. Aquello sonaba realmente maravilloso, como un amor p
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