Este fin de semana que pasamos juntos, fue maravilloso y significativo. Sobre todo, porque Isabella aceptó ser mi esposa. Ya no tendremos que fingir que somos marido y mujer.―Tengo ganas de bajar un rato a la piscina, ¿te animas a venir conmigo?Niego con la cabeza.―No, cariño, ve tú y diviértete, tengo algunos asuntos pendientes por resolver ―me acerco a ella, la envuelvo entre mis brazos y le doy un pico en la boca―. Te prometo que me reuniré contigo en cuanto termine mi trabajo y, si te parece, después daremos un paseo por la ciudad. Mi corazón se derrite con esa preciosa sonrisa que me ofrece y que me deja deslumbrado.―Me parece una idea genial ―se eleva sobre las puntas de sus pies y me da un beso en la boca―, sobre todo, porque desde que llegamos a este país no has dejado de trabajar ―hace un precioso mohín con su naricita pecosa―. Creo que ya es hora de que te tomes unas merecidas vacaciones y le dediques más tiempo a tu futura esposa.Ella no lo sabe, pero ya he estado toma
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