Horatio se lavó las manos y salpicó agua en su rostro. Podía sentir sus músculos agarrotados y su mente algo confusa, quizás por los golpes que había recibido. No estaba, ni de cerca, preparado para escapar, pero no sabía si podría tener otra oportunidad. Se dio la vuelta y miró a Cinzia que seguía de pie en la puerta apuntándole con el arma. No era difícil deducir, por la manera como la agarraba, que no estaba familiarizada con una y eso era aún más peligroso. Ella podía dispararle por error. —Muchas gracias, ya me siento mucho mejor. —Le dio una sonrisa y avanzó hacia ella. Cinzia dio algunos pasos hacia atrás. —Sigues siendo preciosa —comentó sin dejar de mirarla—. Tal vez esto no esta tan mal. —¿Qué? —Las manos de Cinzia vacilaron y casi bajó el arma. —Sigo pensando que lo del secuestro fue demasiado y ni hablar de los golpes en la cabeza, pero comienzo a ver las cosas desde tu punto de vista. Las cosas entre nosotros eran perfectas, o al menos así lo creí, lamento los erro
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