54. Cazadores
Sofía se encontraba en la penumbra de su habitación, con las sábanas pegadas a su cuerpo sudoroso. El silencio de la noche se rompió bruscamente con los gritos desgarradores que resonaban en su mente, una cacofonía de peticiones desesperadas. Sus ojos se abrieron de par en par, y el corazón le latía con fuerza, incapaz de escapar del eco de aquellos lamentos. Los gritos de ayuda y dolor reverberaban en sus oídos, llevándola al borde de la desesperación. Sofía, sintiendo la urgencia de la situación, se lanzó hacia la puerta de su habitación, aunque sabía que estaba encerrada, como cada noche. Golpeó con furia, cada golpe resonando como un latido acelerado de su propio corazón. La desesperación la llevó a un frenesí, sin percatarse de la fuerza desmedida que ejercía en la débil puerta. En uno de esos golpes desesperados, la puerta cedió, saliendo volando de sus bisagras. El desconcierto se apoderó de Sofía, pero no tenía tiempo para reflexionar sobre lo que acababa de pasar. Un nuevo
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