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Todos los capítulos de Una forense para el Rey Alfa: Capítulo 31 - Capítulo 40
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30. ¿Piensas aceptarme como tu luna?
Sofía se recargó en la mesa, observando cómo Azaleia examinaba detenidamente las imágenes. Después de un momento de silencio tenso, Sofía decidió romperlo.— Azaleia, hay muchas cosas que no sé sobre tí. ¿Cómo llegaste a estar involucrada en todo esto?La bruja levantó la mirada y soltó un suspiro. Sus ojos bicolor revelaban una mezcla de tristeza y determinación.— Mi historia es antigua y complicada, Sofía. Pero en resumen, he vivido muchos años, he visto imperios levantarse y caer, y he sido testigo de eventos que cambiarían la percepción del mundo para siempre.Sofía se quedó boquiabierta. Sabía que la mujer tenía una presencia única, pero no había imaginado cuánto conocimiento y experiencia podía albergar.— ¿Cómo estás conectada con lo que está sucediendo aquí? Como llegaste a servir al alfa —preguntó Sofía con curiosidad.Azaleia dejó las imágenes sobre la mesa y se recargó contra ella, mirando a Sofía con seriedad.— Gabriel no solo es el alfa, Sofía, él es el rey del mundo sob
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31. Eres mía y yo soy tuyo
Sofía tragó saliva, su mirada ansiosa buscando respuestas en los ojos profundos del alfa. La pregunta flotaba en el aire, y por un momento, Gabriel pareció perderse en sus pensamientos. La tensión crecía a medida que el silencio persistía, y Sofía, nerviosa, estaba a punto de retractarse cuando la respuesta llegó de una manera que no esperaba. — Sofía, yo... —comenzó Gabriel, pero se detuvo antes de continuar. La expresión en su rostro era una mezcla de conflicto y reflexión. Sofía, notando su titubeo, se sintió repentinamente tonta por haber preguntado algo que claramente no tenía una respuesta que fuera a gustarle. —Olvídalo—, dijo en voz baja, pero lo suficientemente alto para que él escuchara— es obvio que el gran rey alfa no querría a alguien como yo. Se dio la vuelta para irse y ahogarse en su vergüenza, no podía creer que acababa de avergonzarse de esa manera, pero antes de que pudiera dar el primer paso, Gabriel la detuvo con firmeza y tomándola por sorpresa la recostó con
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32. Necesito salvarlo
Sofía se encontró a sí misma en un lugar oscuro y húmedo, rodeada por un aire viciado y el eco sordo de sus propios pasos. No recordaba cómo había llegado allí, pero una sensación de inquietud se apoderaba de ella mientras avanzaba por un pasillo estrecho y decadente. La única fuente de luz provenía de tenues destellos que se filtraban por rendijas en las paredes.A medida que avanzaba, comenzó a distinguir jaulas dispersas a ambos lados del pasillo. Miró hacia adentro y se estremeció al encontrar figuras encerradas en ellas. Gente, seres humanos, prisioneros en un lugar siniestro. La visión del interior de las jaulas estaba difuminada, pero podía percibir la angustia en los rostros de quienes estaban atrapados.De repente, una voz desgarradora resonó en la oscuridad.—¡Ayúdame! ¡Por favor, sácame de aquí! —imploró un hombre desde una de las jaulas. Su rostro reflejaba desesperación, y sus ojos suplicaban por liberación.Sofía sintió un nudo en el estómago, impulsada por la urgencia d
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33. No muerde
Las cosas entre Gabriel y Sofía habían dado un giro de 180 grados en la última semana, ninguno de los dos quería ponerle nombre a lo que estaba ocurriendo entre ellos, pero ambos sabían que el odio, el resentimiento y la rabia habían quedado atrás para darle paso a algo completamente nuevo para ellos. Algo que los hacía vibrar, que causaba que el corazón de Sofía se volara un latido cada vez que lo veía y que la bestia interna de Gabriel ronroneaba al sentirla cerca, algo que nunca, en sus más de cien años, había ocurrido. Él no ronroneaba, su bestia no era pacífica ni mucho menos amorosa, pero la mujer enfrente de él parecía tener el poder de doblegarlo con una sola mirada. Eso era algo que le aterraba y lo emocionaba por igual. Justo como en esos momentos. Se encontraban solos en la biblioteca y esta estaba envuelta en la tranquila penumbra de la tarde. Sofía estaba en el suelo, rodeada de montones de libros que exploraba con entusiasmo. Llevaban los últimos días tratando de busc
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34. Este alfa si muerde
Sofía sintió un cosquilleo en el estómago ante sus palabras, y no pudo evitar sonreír. —Quizás más tarde, alfa. No quiero que los niños piensen que andamos haciendo cosas indebidas.Él soltó una carcajada profunda y la llevó hacia un parque cercano, alejándose de las miradas curiosas. A medida que se adentraban en un camino rodeado de árboles, el sonido del agua les llegó, indicando que se acercaban a la cascada.El lugar era mágico, con la luz del sol filtrándose entre las hojas de los árboles y creando destellos dorados en el aire. La cascada rugía en la distancia, y una fina niebla de agua flotaba en el aire, refrescando el ambiente.Gabriel condujo a Sofía hasta el borde de la cascada, y ambos se quedaron en silencio por un momento, simplemente disfrutando de la majestuosidad del paisaje. El sol se ocultaba lentamente, tiñendo el cielo con tonos más oscuros, y las primeras estrellas comenzaban a brillar.—Es hermoso, ¿verdad? —comentó Sofía, con la mirada fija en el agua que caía
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35. Él la mató
Los siguientes días las cosas entre ella y Gabriel iban viento en popa, parecían dos adolescentes que no podían quitarse las manos de encima y cuando no estaban uno encima del otro se iban a la biblioteca a seguir investigando. Sofía debía admitir que con cada día que pasaba los sentimientos hacia el alfa se hacían más fuertes y el vínculo que los unía también. Sin embargo, esa mañana la madre de Gabriel le había solicitado una reunión por lo que ella se había quedado sola, así que aprovechó el tiempo para darse una vuelta por la morgue. La mañana iluminando la ciudad cuando Sofía y Sven caminaban en silencio hacia la morgue. La brisa jugueteaba con sus cabellos mientras avanzaban por las calles, rumbo al lugar donde los secretos yacen entre cuerpos sin vida. Sofía sentía una mezcla de determinación y temor; necesitaba respuestas, y la morgue era el único lugar donde podría encontrarlas. Sven caminaba a su lado y aunque no le decía nada ella podía notar que había algo distinto en
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36. Perfecto asesino
Sofía sentía la cabeza pesada mientras abría lentamente los ojos y una punzada de dolor se apoderó de ella cuando vio todo oscuro a su alrededor consiguiendo que se sentara de inmediato en la cama , dándose cuenta que se encontraba en su habitación. No en la de Gabriel, en la que había estado durmiendo las últimas semanas, sino en esa que le dieron cuando llegó por primera vez. Lentamente los recuerdos de lo ocurrido en la morgue fueron llegando a ella y sus manos volaron de inmediato a su vientre sintiendo alivio al sentir como el relieve seguía intacto y se sorprendió cuando, por primera vez sintió movimiento por parte del bebé. Sin embargo, no tuvo tiempo de aprovechar el momento, pues una voz aguda y fría llenó la habitación consiguiendo que todo su cuerpo se pusiera en tensión y sus nervios se dispararan, al ver a la madre de Gabriel salir de una de las esquinas más oscuras. —Debo aceptar que te subestimé—la voz de Alessandra llenó la habitación. Los ojos de Sofía seguían co
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37. ¡Lo estabas torturando!
Revueltas en las manadas vecinas. Eso fue lo que su madre le dijo esa mañana antes de darle un informe sobre como los lobos estaban levantandose en su contra, algo totalmente inaceptable.El viento soplaba con fuerza, llevando consigo el inconfundible aroma a tierra húmeda y hojas caídas. Gabriel, con su figura imponente, caminaba entre los árboles, adentrándose en la manada cercana que gobernaba. La noticia de un posible levantamiento en su contra lo había impulsado a verificar la situación personalmente.A medida que avanzaba, pudo percibir un murmullo inusual en las sombras del bosque. Al llegar a un claro, se encontró con un grupo de lobos agitados, algunos de ellos incitando a los demás a la rebelión. La tensión en el aire era palpable.—¡Nuestro líder se ha vuelto débil! —gritaba uno de los lobos, instigando a la multitud—. ¡Es hora de un cambio!Gabriel, con su presencia majestuosa, emergió de entre los árboles. Su mirada intensa barría a través de la multitud, silenciándolos m
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38. ¡ES UN MALDITO TRAIDOR!
Sofía había sentido la presencia de Gabriel en la manada incluso antes de que alguien dijera que el alfa estaba de regreso. Por eso, luego de la horrorosa conversación que había tenido con Alessandra, no había dudado un solo segundo en tratar de averiguar si su instinto estaba en lo cierto.Con cautela salió de la habitación aprovechando que Sven se había movido de su lugar y caminó directo a donde su cuerpo le gritaba que Gabriel se encontraba, era como si hubiese una cuerda entre ambos que la fuera guiando hasta donde el alfa estaba.Sin embargo, a medida que se iba acercando un mal presentimiento se instalaba en su pecho al ver como el lugar se iba convirtiendo en paredes corroídas y el olor a sangre y podredumbre se apoderaban de todo el lugar, entonces lo gritos llegaron hasta sus oídos y se quedó totalmente paralizada cuando finalmente lo vio.Gabriel se encontraba dentro de lo que parecía ser un calabozo y había un hombre sucio adentro del lugar, el tipo estaba gritando con fue
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39. Primero deben pasar por mí
Los besos de Gabriel se sentían como brasas ardientes recorriendo cada centímetro de su cuerpo y por un instante todo lo ocurrido en la morgue, en el sótano, la discusión con Alessandra, todo, quedó en segundo plano para ella. Su mente parecía que no podía pensar en nada más que no fuera él. En la forma en que sus manos se sentían sobre ella, en la manera en que esos labios se amoldaban sobre los suyos y como su cuerpo parecía estar gritandole por más. Sin embargo, eso no evitó que su lado racional saliera a relucir en el momento en que dijo: —Estamos al aire libre… Alguien puede vernos. El gruñido que salió de Gabriel reverberó en su pecho y lejos de asustarla, lo que hizo fue despertar aún más el deseo que estaba sintiendo en esos momentos. —Nadie va a interrumpirnos, fierecilla. Pero si lo que quieres es privacidad, entonces solo necesito dos minutos. Antes de que ella pudiera preguntar a qué se estaba refiriendo, sintió como las manos de Gabriel bajaron a sus muslos, segundos
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