31. Eres mía y yo soy tuyo
Sofía tragó saliva, su mirada ansiosa buscando respuestas en los ojos profundos del alfa. La pregunta flotaba en el aire, y por un momento, Gabriel pareció perderse en sus pensamientos. La tensión crecía a medida que el silencio persistía, y Sofía, nerviosa, estaba a punto de retractarse cuando la respuesta llegó de una manera que no esperaba. — Sofía, yo... —comenzó Gabriel, pero se detuvo antes de continuar. La expresión en su rostro era una mezcla de conflicto y reflexión. Sofía, notando su titubeo, se sintió repentinamente tonta por haber preguntado algo que claramente no tenía una respuesta que fuera a gustarle. —Olvídalo—, dijo en voz baja, pero lo suficientemente alto para que él escuchara— es obvio que el gran rey alfa no querría a alguien como yo. Se dio la vuelta para irse y ahogarse en su vergüenza, no podía creer que acababa de avergonzarse de esa manera, pero antes de que pudiera dar el primer paso, Gabriel la detuvo con firmeza y tomándola por sorpresa la recostó con
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