- ¡Puedo explicarlo, Aimê!Odette y Lucca regresaron, mirándonos fijamente:- ¡Tenemos que irnos! Son más de las diez.Sacudí la cabeza, atónita, sin dejar de mirar a Max:- ¡Yo lo defendí, carajo! ¿Para qué?- Aimê, sea lo que sea lo que estáis discutiendo Max y tú, ahora no es el momento. Hay varias personas en esa sala esperando el discurso de los reyes y Lucca y tú tenéis que aseguraros de que no se diga nada. - Odette era sabia.Respiré hondo y seguí a Odette y Lucca, con Max detrás de mí. Quería impedir que se acercara más. Pero por el momento, la decepción con él era el menor de mis problemas.Uno de los uniformados del hotel nos abrió la puerta para entrar en la sala de prensa, tan abarrotada que los periodistas estaban de pie, pues no había sillas suficientes para todos los presentes. Y en la mesa blanca, con base de cristal y sillas tapizadas de negro con micrófonos individuales sujetos al banco, estaban el rey Colton Levi Mallet, el rey Estevan D'Auvergne Bretonne y dos asi
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