- Sí. Ariel murió en el accidente. Yo quedé con algunas heridas graves... - Se tocó la cicatriz que tenía cerca de la ceja y luego se abrió unos botones más de la camisa, mostrando la otra que tenía en el pecho. - Pero yo sobreviví.- E... ¿Siena?- Un milagro: salió ilesa, sin ninguna herida, a pesar de que el coche volcó.- ¿Y su padre? ¿Qué le pasó?- Estuvo en coma durante meses.- E...- ¿Podemos dejar esta parte para otro día?- ¿Y si no hay otro día?- Habrá otro día, Aimê. I... Realmente me gustaría que lo hubiera... - dijo suavemente, luego bajó la mirada.Me ahogué y un escalofrío me recorrió la espalda.- Poco después pasó un coche en el que sólo viajaba un hombre, que sacó a Siena de entre los escombros. Estaba a salvo e ilesa, pero nunca volvió a hablar. Mi niña sólo tenía cuatro años entonces.- ¿Y después de sacar a Siena?- Se las arregló para sacar a su padre, y yo...- E...- Llegó otro coche... La lluvia era fuerte. El conductor no podía ver bien en la curva... Y ti
Entonces, con el corazón palpitando en cada centímetro de mi cuerpo, sintiendo la sangre correr por vena tras vena, mi mayor deseo de los últimos tiempos por fin se hizo realidad. Y sentí los labios de Catriel sobre los míos.Al principio fue un leve roce de labios, como si necesitáramos sentirnos antes de abrirnos definitivamente a la intimidad del momento. Las manos de Catriel se posaron suavemente en mi cintura mientras yo rodeaba su cuello con los brazos con aprensión.El escalofrío en mi estómago era constante y sentir su respiración acompasada con la mía era sencillamente increíble. No tengo ni idea de cuánto tiempo nos castigamos así, sin darnos el derecho de dejar que nuestras lenguas se encontraran realmente.Fui lo suficientemente fuerte como para esperar su reacción, y él fue el primero en detenerse, envolviendo mi boca completamente en la suya, dejándome sentir su cálida y sabrosa lengua, que parecía querer tragarse la mía.Las manos de Catriel perdieron su dulzura y delic
- ¿Qué me parece? - Catriel seguía con sus ojos clavados en los míos. - Creo que nunca había deseado algo tanto como ahora.- ¿Quitarle la virginidad a una mujer? - Me reí, alisándole el pecho, completamente desnudo y sin vello.- No... Al contrario, estoy tan nervioso como tú, porque nunca me he acostado con una mujer inexperta.- ¿Y quién dice que soy inexperta, Alteza? - pregunté. - Mencioné ser virgen, no inexperta.- I... Tal vez no soy capaz de entender lo que quieres decir.- Entiendo... - Continué burlándome de él, inclinándome y besando su pecho sin prisa, escuchando el sonido de mis labios saboreando cada centímetro de él. - ¿Qué quisiste decir exactamente, Catriel? - Lo miré fijamente.- Que te deseo, Aimê D'Auvergne Bretonne, como nunca he deseado a otra mujer en toda mi vida.- Me pregunto si debería sentirme halagado, ya que Su Alteza ha deseado a muchas mujeres a lo largo de su vida. - Besé mi camino hasta el botón de sus pantalones.- No te "deseo"... Es más... Mucho m
Su revelación me tomó por sorpresa. Por más que alguna vez había considerado la posibilidad de que Catriel sintiera algo por mí, jamás había imaginado, ni en sueños, que lo confesaría con tanta sinceridad.¿Estaba enamorada de él? Hacía tiempo que me había convencido de que estaba completamente loca por Catriel Levi Mallet. Pero no era sólo locura, ni pasión desbordante. Era mucho más. Amor... Del tipo más intenso y puro, del tipo que hería no sólo el corazón, sino incluso el alma.Ni siquiera sabía cómo había empezado, pero estaba segura de que nunca acabaría, porque era un sentimiento demasiado fuerte.No sólo quería sexo, pasión o media docena de palabras que pudieran justificar todo lo malo que me había hecho y la forma en que me había tratado durante tanto tiempo. Me juzgó sin darme la oportunidad de explicarme. Se acostó con Anna Julia varias veces, incluso después de habernos conocido, sabiendo que me hacía daño porque yo mostraba mi interés por él, aunque no quisiera. Se quedó
- ¡Quiero que salgas de aquí, Catriel!- Pero...- ¡Vete, por favor! - supliqué.Él no insistió. Dio media vuelta y se alejó, mientras yo trataba de resistirme a esa nalga marcada por mis uñas, haciéndome sonrojar al recordar lo que habíamos hecho.Catriel se puso la camisa rápidamente, abrochando los botones al revés. No se subió el cierre del pantalón y tomó su blazer en la mano. Caminó hacia la puerta y me miró antes de salir:- ¿Seguro que quieres que acabe así?- Sí... - Fingí firmeza, pero el corazón me sangraba por dentro.Vi cómo se abría la puerta y Catriel Levi Mallet salía de mi habitación, completamente destrozado. Pero no más que yo, que dejaba correr las lágrimas por mi rostro. La pasión no era amor. Yo quería ser amada. Y Catriel no había hablado de amor. Aparte de que no creía que mereciera tenerme tan fácilmente. Más aún con mentiras.Me duché, lamentando tener que quitar su olor de mi cuerpo, así como su saliva. Me encontré recorriendo con mis dedos cada parte de mi
- ¡Puedo explicarlo, Aimê!Odette y Lucca regresaron, mirándonos fijamente:- ¡Tenemos que irnos! Son más de las diez.Sacudí la cabeza, atónita, sin dejar de mirar a Max:- ¡Yo lo defendí, carajo! ¿Para qué?- Aimê, sea lo que sea lo que estáis discutiendo Max y tú, ahora no es el momento. Hay varias personas en esa sala esperando el discurso de los reyes y Lucca y tú tenéis que aseguraros de que no se diga nada. - Odette era sabia.Respiré hondo y seguí a Odette y Lucca, con Max detrás de mí. Quería impedir que se acercara más. Pero por el momento, la decepción con él era el menor de mis problemas.Uno de los uniformados del hotel nos abrió la puerta para entrar en la sala de prensa, tan abarrotada que los periodistas estaban de pie, pues no había sillas suficientes para todos los presentes. Y en la mesa blanca, con base de cristal y sillas tapizadas de negro con micrófonos individuales sujetos al banco, estaban el rey Colton Levi Mallet, el rey Estevan D'Auvergne Bretonne y dos asi
¿Era posible que una boca hubiera nacido para estar en la tuya? Sentí que cada centímetro de mi cuerpo reaccionaba al simple contacto de Catriel Levi Mallet.- ¡Todo el mundo ha visto que dicen la verdad! - Escuché la voz de mi padre junto a nosotros, soltando a Catriel de inmediato mientras nuestras lenguas se resistían a separarse, nuestros cuerpos separándose y nuestros labios aún juntos.A quien corresponda: estábamos juntos y nos amábamos. Y era casi imposible no creerlo. Yo misma creía que nos casaríamos, que él me amaba y que seríamos felices para siempre. Catriel era mi príncipe... Hasta tenía un caballo blanco.Como si fuera suficiente: ¡el caballo blanco! Me reí de mí mismo con aquel pensamiento infantil, que me había acompañado desde la infancia, junto con Andrew Chevalier. ¡Ah, Andrew Chevalier! Había sido sustituido por Catriel Levi Mallet desde que mis ojos se cruzaron por primera vez con las nalgas del príncipe del País del Mar.Una vez que los guardias de seguridad hub
- Aimê no hablará contigo a solas. - Catriel fue categórico.- Tú no eres su jefe -replicó Max-. - No tienes ningún derecho sobre la princesa de Alpemburgo.Reí con incredulidad:- ¿Derechos? Nadie tiene derechos sobre mí... Ni Catriel, ni tú tampoco, Max, después de tu traición a tu futura reina.- Tienes que escuchar mi versión. Te juro que puedo explicarlo, Aime.- ¡No hay nada que explicar, Max! - argumentó Catriel.- Hasta entonces pensaba que habías sido tú quien había hecho correr la voz por los cuatro rincones del mundo de que querías condenar a la princesa de Alpemburgo y verla pagar por el crimen que había cometido. ¿En qué me diferenciaba yo de ti?- Yo no hice la denuncia. Esa era nuestra diferencia.- Aún así no la creíste. Y te creíste con derecho a juzgarla, sin darle siquiera la oportunidad de explicarse.- Max, estoy dispuesta a escuchar tus razones -dije, con auténtica curiosidad-.Lo hecho, hecho estaba y no había vuelta atrás. ¿Estaba satisfecho o me gustaba? No, c