Mía quiso salir corriendo en ese mismo instante, pero la debilidad la hizo caer al suelo sin poder si quiera levantar una pierna con estabilidad. —¡Maldición! —renegó con impotencia y lágrimas contenidas en sus ojos. —Mía, no puedes ir, te matarán —advirtió Cassandra tomando su mano, pero la chica la miró con un intenso dolor reflejado en sus ojos. —¡No me importa! —gritó—, ustedes no lo entienden, si los pierdo… si alguno de ellos muere yo… —dejó la frase entrecortada en el aire, incapaz de continuar. —Sí lo entiendo, sé que los amas, pero… —No, no es solo eso. Ellos son mis Mates, ambos lo son. Sé que suena extraño y que no comprenderán mis palabras, ni yo misma lo entiendo a veces, no sé bien cómo funciona, solo sé que son parte de mí y yo de ellos, como mi otra mitad —intentó explicar lo mejor que pudo, para que ambos comprendieran el motivo de su urgencia. —Les dije que tenía una idea, ¿pueden escucharme? —interviene Ambrose. Ambas voltearon a mirarlo atentamente. Ambrose
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