El campo de futbol de pronto se convirtió en un verdadero campo de batalla. Los lobos que estaban bajo el control de Dereck solo podían presenciar la pelea que se había desatado entre Dereck y Pablo.Damien, aulló de dolor mientras se arrancaba el cuchillo impregnado con acónito. De inmediato sintió que la debilidad se apoderaba de él. El acónito le quemaba por dentro, y le impedía ponerse de pie. Alzó la cabeza y no le quedó más que contemplar a Dereck luchando.Los dos hombres lobo se habían transformado, las garras emergieron y se miraron amenazantes emitiendo un rugido gutural que debió haberse escuchado en todo el campus.La luna llena era testigo de lo que estaba pasando, una lucha a muerte por el destino de Mía, y también por el suyo propio. Dereck era un Alfa fuerte, sin embargo, Pablo todavía contaba con la ventaja de ser un recién convertido, sus fuerzas casi se igualaban.Los aullidos de los lobos reverberaban en la oscura noche, acompañados por el sonido de las garras choc
Mía luchaba con todas sus fuerzas para desatar el nudo que le ataba la otra muñeca. Roran se había ido y por un breve instante la habían dejado sola. La música estridente impedía que cualquier persona de fuera escuchase alguna súplica de auxilio, además, no quería poner a nadie en peligro. Pedir ayuda implicaba involucrar humanos inocentes y lo que menos deseaba ella era arriesgar a alguien más como pasó con ese estudiante.Las muñecas le escocían debido a que las cuerdas estaban bañadas en acónito, pero eso no le importó, ya prácticamente no sentía dolor. Sin embargo, antes de que pudiera continuar con su intento de escape, dos lobos aparecieron con otras dos personas atadas en sillas.Mía sintió que el corazón se le paralizaba. Llevaban las caras cubiertas con capuchas negras; y a pesar de que no reconoció el aroma de ninguno de sus dos Alfas, pensó por un instante que se trataba de Dereck y Damien.Cuando los dos lobos de Roran les quitaron las capuchas, un suspiro de alivio salió
—¡Déjala ir! —gritó Damien a su padre, de algún modo esperaba que le obedeciera, pero pronto notó que también tenía los audífonos que usaba Pablo, por supuesto, no iba a ser tan fácil.Roran soltó una carcajada y caminó hacia donde se encontraba su hijo, pero aún mantenía la distancia.—Siempre fuiste un poco tonto Damien, ¿en serio creíste que podrías llegar y darme órdenes? Eres patético.—¡Te voy a hacer pagar por lo que le has hecho! —rugió enseñándole los colmillos.Dereck observaba con atención a todos los lobos, en ese momento estaban en desventaja porque rodeaban a Cassandra y a Ambrose, y Mía estaba siendo sujetada por el enorme lobo moreno. Sin embargo, ellos no sabían que los dos Alfas contaban con un as bajo la manga.—Es muy tierno de tu parte intentarlo, pero ambos sabemos cómo terminará esto. Tu amiguito no puede controlarme, ni a mí, ni a mis lobos —señaló a su manada, esa que miraba a Damien con un atisbo de duda.Nunca había encajado entre ellos, pero habían sido su
—¡Damien! —Mía pegó un grito desgarrador al ver lo que Roran le estaba haciendo.Su grito distrajo a Dereck, quien seguía enfrascado en la batalla contra el enorme Beta.En Condiciones normales no habría sido un rival para él, pero el acónito en su sangre y la debilidad que ya traía por la batalla contra Pablo le otorgaban una desventaja con la que no contaba.El lobo moreno le rugió con fuerza y se lanzó contra Dereck nuevamente. En una lucha feroz donde las garras desgarraban su piel y los colmillos se enterraban hasta los huesos, la sangre corría por el escenario convirtiendo aquel salón en una escena del horror.—¡Dereck! —suplicó Mía intentando ponerse de pie. Sus dos lobos estaban sufriendo, y la manada que había llegado de improvisto parecía estar en aprietos contra los experimentados lobos de Roran.—¡Mía, no te acerques! —advirtió Dereck—, ¡huye!Ella negó con la cabeza mientras solo podía presenciar con impotencia y horror la cruel batalla que se desarrollaba frente a sus oj
El grito de Mía alertó a sus dos amigos, que pegaron un grito desgarrador pensando que aquel sería su final. De inmediato Mía salió disparada hacia ellos, aunque su velocidad no era tan rápida como hubiera deseado; sintió que no llegaría a tiempo. Mientras ella tenía su propia batalla esperándola, Dereck, sentía el peso del tiempo en su contra, corrió con la misma urgencia que el momento ameritaba. Sus pies golpeaban el suelo con fuerza, el viento silbaba en sus oídos mientras se acercaba al conflicto. La escena que presenció lo heló por un instante; Damien, estaba siendo acorralado por su propio padre. Roran, enceguecido por la furia, atacaba a su propio hijo sin piedad. Los golpes caían como tormenta sobre Damien, quien apenas lograba defenderse ante la avalancha de ataques. Cada impacto resonaba en la sala de fiestas, envolviendo la escena de una violencia que le revolvería el estómago a más de uno. El pobre chico, acorralado y exhausto, luchaba por mantenerse en pie. Las ráfaga
La noche avanzaba rápidamente, sin embargo, para los lobos que batallaban dentro de ese recinto, el tiempo parecía detenerse, como si ahí todo se hubiese detenido en el tiempo. Afuera, Ewan y otros pocos más intentaban contener el daño para evitar que alguien se le ocurriera la brillante idea de entrar de nuevo al recinto.El único problema era que contener a un montón de estudiantes curiosos y molestos se le estaba haciendo difícil, en especial ahora que acababa de llegar la policía. Por fortuna Ewan había evitado que llamasen a los bomberos reales diciendo que él ya había realizado la llamada al 911, pero algunos estudiantes no pudieron contenerse de llamar también a la policía, así que la situación estaba a punto de desbordarse.Ya habían ideado un plan para ello, aunque apresurado y no estaba muy convencido de que aquello saliera bien; no obstante, debía intentarlo, porque de no hacerlo, todo el mundo sobrenatural se vería en peligro, al igual que los humanos que intentasen acerca
Mía quiso salir corriendo en ese mismo instante, pero la debilidad la hizo caer al suelo sin poder si quiera levantar una pierna con estabilidad. —¡Maldición! —renegó con impotencia y lágrimas contenidas en sus ojos. —Mía, no puedes ir, te matarán —advirtió Cassandra tomando su mano, pero la chica la miró con un intenso dolor reflejado en sus ojos. —¡No me importa! —gritó—, ustedes no lo entienden, si los pierdo… si alguno de ellos muere yo… —dejó la frase entrecortada en el aire, incapaz de continuar. —Sí lo entiendo, sé que los amas, pero… —No, no es solo eso. Ellos son mis Mates, ambos lo son. Sé que suena extraño y que no comprenderán mis palabras, ni yo misma lo entiendo a veces, no sé bien cómo funciona, solo sé que son parte de mí y yo de ellos, como mi otra mitad —intentó explicar lo mejor que pudo, para que ambos comprendieran el motivo de su urgencia. —Les dije que tenía una idea, ¿pueden escucharme? —interviene Ambrose. Ambas voltearon a mirarlo atentamente. Ambrose
Cuando Damien abrió los ojos de nuevo, ya no se encontraba en las garras de su padre. El aire pasaba libremente a sus pulmones y no sentía dolor alguno.«¿Dónde estoy?», se preguntó. El lugar parecía un salón etéreo, rodeado de nubes rosas y azules.—¿Estoy en el cielo? —cuestionó en voz alta.—No exactamente —respondió una voz femenina y etérea que lo dejó congelado.Damien se giró sobre sus talones y entonces la vio. No necesitó que alguien le dijese quién era, pues lo supo en cuanto sus ojos se encontraron…—Diosa luna —susurró con una exhalación de asombro, en su tono de voz estaba implícita la reverencia de quien reconoce a una deidad.La Diosa Luna, con su presencia majestuosa, respondió abriendo los brazos con gracia y serenidad.—Ven aquí, hijo mío —invitó con un gesto acogedor que envolvía el espacio entre ellos.Damien no lo pensó, fue como si la conociera de toda la vida, como si ella siempre hubiera estado ahí sin que lo supiera. Corrió a sus brazos y se dejó envolver por