—¡Déjala ir! —gritó Damien a su padre, de algún modo esperaba que le obedeciera, pero pronto notó que también tenía los audífonos que usaba Pablo, por supuesto, no iba a ser tan fácil.Roran soltó una carcajada y caminó hacia donde se encontraba su hijo, pero aún mantenía la distancia.—Siempre fuiste un poco tonto Damien, ¿en serio creíste que podrías llegar y darme órdenes? Eres patético.—¡Te voy a hacer pagar por lo que le has hecho! —rugió enseñándole los colmillos.Dereck observaba con atención a todos los lobos, en ese momento estaban en desventaja porque rodeaban a Cassandra y a Ambrose, y Mía estaba siendo sujetada por el enorme lobo moreno. Sin embargo, ellos no sabían que los dos Alfas contaban con un as bajo la manga.—Es muy tierno de tu parte intentarlo, pero ambos sabemos cómo terminará esto. Tu amiguito no puede controlarme, ni a mí, ni a mis lobos —señaló a su manada, esa que miraba a Damien con un atisbo de duda.Nunca había encajado entre ellos, pero habían sido su
—¡Damien! —Mía pegó un grito desgarrador al ver lo que Roran le estaba haciendo.Su grito distrajo a Dereck, quien seguía enfrascado en la batalla contra el enorme Beta.En Condiciones normales no habría sido un rival para él, pero el acónito en su sangre y la debilidad que ya traía por la batalla contra Pablo le otorgaban una desventaja con la que no contaba.El lobo moreno le rugió con fuerza y se lanzó contra Dereck nuevamente. En una lucha feroz donde las garras desgarraban su piel y los colmillos se enterraban hasta los huesos, la sangre corría por el escenario convirtiendo aquel salón en una escena del horror.—¡Dereck! —suplicó Mía intentando ponerse de pie. Sus dos lobos estaban sufriendo, y la manada que había llegado de improvisto parecía estar en aprietos contra los experimentados lobos de Roran.—¡Mía, no te acerques! —advirtió Dereck—, ¡huye!Ella negó con la cabeza mientras solo podía presenciar con impotencia y horror la cruel batalla que se desarrollaba frente a sus oj
El grito de Mía alertó a sus dos amigos, que pegaron un grito desgarrador pensando que aquel sería su final. De inmediato Mía salió disparada hacia ellos, aunque su velocidad no era tan rápida como hubiera deseado; sintió que no llegaría a tiempo. Mientras ella tenía su propia batalla esperándola, Dereck, sentía el peso del tiempo en su contra, corrió con la misma urgencia que el momento ameritaba. Sus pies golpeaban el suelo con fuerza, el viento silbaba en sus oídos mientras se acercaba al conflicto. La escena que presenció lo heló por un instante; Damien, estaba siendo acorralado por su propio padre. Roran, enceguecido por la furia, atacaba a su propio hijo sin piedad. Los golpes caían como tormenta sobre Damien, quien apenas lograba defenderse ante la avalancha de ataques. Cada impacto resonaba en la sala de fiestas, envolviendo la escena de una violencia que le revolvería el estómago a más de uno. El pobre chico, acorralado y exhausto, luchaba por mantenerse en pie. Las ráfaga
La noche avanzaba rápidamente, sin embargo, para los lobos que batallaban dentro de ese recinto, el tiempo parecía detenerse, como si ahí todo se hubiese detenido en el tiempo. Afuera, Ewan y otros pocos más intentaban contener el daño para evitar que alguien se le ocurriera la brillante idea de entrar de nuevo al recinto.El único problema era que contener a un montón de estudiantes curiosos y molestos se le estaba haciendo difícil, en especial ahora que acababa de llegar la policía. Por fortuna Ewan había evitado que llamasen a los bomberos reales diciendo que él ya había realizado la llamada al 911, pero algunos estudiantes no pudieron contenerse de llamar también a la policía, así que la situación estaba a punto de desbordarse.Ya habían ideado un plan para ello, aunque apresurado y no estaba muy convencido de que aquello saliera bien; no obstante, debía intentarlo, porque de no hacerlo, todo el mundo sobrenatural se vería en peligro, al igual que los humanos que intentasen acerca
Mía quiso salir corriendo en ese mismo instante, pero la debilidad la hizo caer al suelo sin poder si quiera levantar una pierna con estabilidad. —¡Maldición! —renegó con impotencia y lágrimas contenidas en sus ojos. —Mía, no puedes ir, te matarán —advirtió Cassandra tomando su mano, pero la chica la miró con un intenso dolor reflejado en sus ojos. —¡No me importa! —gritó—, ustedes no lo entienden, si los pierdo… si alguno de ellos muere yo… —dejó la frase entrecortada en el aire, incapaz de continuar. —Sí lo entiendo, sé que los amas, pero… —No, no es solo eso. Ellos son mis Mates, ambos lo son. Sé que suena extraño y que no comprenderán mis palabras, ni yo misma lo entiendo a veces, no sé bien cómo funciona, solo sé que son parte de mí y yo de ellos, como mi otra mitad —intentó explicar lo mejor que pudo, para que ambos comprendieran el motivo de su urgencia. —Les dije que tenía una idea, ¿pueden escucharme? —interviene Ambrose. Ambas voltearon a mirarlo atentamente. Ambrose
Cuando Damien abrió los ojos de nuevo, ya no se encontraba en las garras de su padre. El aire pasaba libremente a sus pulmones y no sentía dolor alguno.«¿Dónde estoy?», se preguntó. El lugar parecía un salón etéreo, rodeado de nubes rosas y azules.—¿Estoy en el cielo? —cuestionó en voz alta.—No exactamente —respondió una voz femenina y etérea que lo dejó congelado.Damien se giró sobre sus talones y entonces la vio. No necesitó que alguien le dijese quién era, pues lo supo en cuanto sus ojos se encontraron…—Diosa luna —susurró con una exhalación de asombro, en su tono de voz estaba implícita la reverencia de quien reconoce a una deidad.La Diosa Luna, con su presencia majestuosa, respondió abriendo los brazos con gracia y serenidad.—Ven aquí, hijo mío —invitó con un gesto acogedor que envolvía el espacio entre ellos.Damien no lo pensó, fue como si la conociera de toda la vida, como si ella siempre hubiera estado ahí sin que lo supiera. Corrió a sus brazos y se dejó envolver por
Una sola fracción de segundo. Solo eso le tomó a Dereck darse cuenta de que, si no interfería, el destino de Damien estaría condenado.En ese diminuto espacio de tiempo, mil pensamientos se le pasaron por la mente. Analizó todas las opciones posibles, todo lo que estaba en juego con Mía y con Damien. En ese momento comprendió que a pesar del resentimiento y hasta odio inicial que tenía contra él, ahora Damien se había convertido en su mejor amigo, en el refugio de su lado impulsivo y salvaje que le invitaba a soltarse de las cadenas de la racionalidad de vez en cuando.En el torbellino de pensamientos, Dereck se sorprendió al darse cuenta de que nunca había imaginado la posibilidad de perder a Damien. Cuestionarse siquiera esa idea le parecía absurdo, porque al aceptar la conexión que comparten, todo encajó como piezas de un rompecabezas. Ahora, cuando estaba a punto de perderlo todo, el peso de esa conexión se volvía más evidente que nunca.Roran mantenía a Damien en una posición vul
Damien abrió los ojos y se encontró sumido en una escena de horror digna de una película macabra. La sangre de quien alguna vez fue su mejor amigo y, a la vez, su más feroz enemigo, se desparramaba en el suelo. El corazón inerte de Dereck reposaba a un lado de su cuerpo sin vida, mientras Mía luchaba desesperadamente por su vida contra los feroces ataques de Roran.El dolor de la pérdida de Dereck y la desesperación al ver a Mía al borde del mismo destino hicieron que Damien se alzara de un salto. En ese momento, se percató de que ya no se hallaba debilitado; sus heridas se habían curado y el veneno de acónito abandonó su cuerpo. Una sensación de poder lo envolvía, similar a cuando se fusionaba con Dereck. De hecho, en ese instante, juró que percibió la fuerza de su amigo dentro de sí mismo, como si él le estuviera transmitiendo la energía necesaria para poner fin a esa pesadilla de una vez por todas.El lobo interior de Damien emergió, transformándose en un imponente hombre lobo de o