Derek se deslizó con cuidado entre las sábanas de la cama, sintiendo la suavidad de las telas acariciar su piel al recostarse junto a la castaña esa noche. Mía, precavida, aseguró la puerta, sabedora de las costumbres de su madre, y se acurrucó a su lado. A pesar de la gélida noche, el calor que emanaba del cuerpo de Derek la abrazaba, proporcionándole una agradable sensación de calidez. Aquella era la primera vez que compartían el sueño juntos, en el sentido más literal de la palabra, y ella se sentía sumida en un éxtasis inigualable. Rendida, apoyó su cabeza sobre el pecho de Derek y se sumergió en un sueño profundo, como si fuese un bebé en brazos cálidos. Sin embargo, el deportista no se había dejado llevar por Morfeo, no por falta de sueño, sino porque quería disfrutar el espectáculo de ver a la chica a su lado en un estado tan sereno. Contemplarla dormir era un placer que desconocía, hasta que notó su suspiro suave y una sonrisa esbozada en el rincón de sus labios, señal de que
Leer más