Sebàstian padre guardó silencio por mucho rato, le doli, realmente le dolía ver cuánto dolor había causado su ex esposa en el corazón de su hijo, y le dolía ver qué, por mucho que se esforzó porque él no guardara rencor, su hijo no era capaz de perdonar la falta de amor de su madre. —Padre, ¿sigues allí?—Aqui sigo, hijo mío — respondió con voz entristecida. —No hagas ésto, ¿si?— le rogó. —¿A qué te refieres, Sebàstian?— preguntó el cansado viejo. —No le permitas a esa mujer que interfiera entre nosotros. —No lo hago por ella, todo esto se trata de ti, hijo mío, de la necesidad de perdonar. —No tengo un corazón como el tuyo, jamás la perdonaré, gracias a ella no hay en mi dulzura, cariño, amor... y no, no te confundas, has hecho un excelente trabajo como padre, solo que hay cosas, vacíos en la vida de un niño, que solo una madre puede llenar. No quiero verla, padre, por su propio bien que se mantenga alejada de mi.—Pero...—No siento nada bueno por ella, la desprecio, la detesto
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