Los rayos de sol se filtraron a través de las cortinas de gasa, bañando la habitación de Dominic en una cálida luz dorada. Con los párpados aún pesados por el sueño, se desperezó lentamente en la cama, estirando sus largos brazos sobre su cabeza y arqueando la espalda. Un bostezo escapó de su boca mientras se incorporaba y frotaba los ojos, tratando de espantar el letargo. Miró el antiguo reloj de pie que decoraba una esquina de la recámara. "Las ocho de la mañana", pensó. "Hacía años que no dormía hasta tan tarde". Sonrió para sí mismo, recordando la interesante velada con Isabell Santtorini la noche anterior. Acarició las sábanas de seda pensado en la preciosa joven. Deslizándose fuera de la cama, caminó desnudo hacia el baño, sintiendo el frío del suelo de mármol bajo sus pies. Al girar la manecilla de la ducha, un chorro de agua helada cayó sobre su piel, haciéndolo estremecerse y terminando de despejar su mente. Mientras se enjabonaba el firme torso y los fuertes brazos, no pudo
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