235. LOS MANO NEGRA
Mientras el caos se desata en el hotel, en las sombrías calles aledañas, un grupo de hombres determinados, liderados por Fabrizio y sus hermanos, rodean sigilosamente la casa que sirve como guarida para los secuaces de Melinda. El aire está cargado de tensión, y el silencio se convierte en su cómplice mientras avanzan, sus armas equipadas con silenciadores, un sombrío presagio de lo que está por venir. Alonso, con gesto decidido, da la señal, y el grupo penetra en la casa con determinación. Cada paso resuena en el vacío, y el silencio opresivo envuelve sus corazones con una angustia palpable. Recorren los corredores oscuros, cada esquina es una amenaza latente, cada sombra, un peligro acechante. El silencio es ensordecedor, roto solo por el eco de sus propias respiraciones entrecortadas. La atmósfera en la casa era tensa, cargada de un silencio inquietante. Con sigilo, avanzaron, cada uno con el dedo en el gatillo, preparados para cualquier eventualidad. Al llegar al salón, quedar
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