Y así, los tres parten felices a hacer todo lo que el doctor Rossi desea, presentando a Salvador a todos con alegría. Salvi sonríe feliz, abrazando de vez en cuando a su papá y a su hermano. Comienza a sentir que realmente pertenece a esa familia. Luego llegan al negocio de Fabrizio, donde ya sus primos los están esperando, listos para empezar a competir.— Salvi, tú vienes conmigo —le pide el doctor Rossi al ver que se estaba montando con Salvatore.— Pero papá, me gusta cómo conduce mi hermano —interviene Salvador.— Eso es porque no has visto a tu papá —comenta Fabrizio, quien aparece con todos los demás vestidos con trajes de carreras.— Hoy van a ver hijos, lo que se dice conducir —añade Colombo, que llega acompañado del fiscal Casio.— ¡¿Papá, vamos a utilizar la gran pista?! —pregunta Filipo entusiasmado.— Sí, Filipo. Lo haremos para darle la bienvenida a tu primo Salvador. Sobrino, en cuanto aprendas a conducir, vienes a escoger el auto que quieras —dice el doctor Rossi, diri
Asiri volvió a escuchar la voz de Salvi, como si le estuviera dando una última oportunidad de detenerse. ¿Estaba segura? Se preguntó. Pero el calor del cuerpo del hombre, su olor, su miembro rozando sus partes íntimas, no la dejaban pensar con claridad. Una cosa era consolar, y otra muy distinta entregarse a él, pensó. Se había quitado la bata ella sola, se había expuesto a sus ojos. Se llenó de valor y continuó besándolo, volvió a escucharlo preguntarle.— ¿Me deseas, As? Dilo y seguiremos.Ella sintió unos espasmos en su centro al escuchar la voz viril y ronca del hombre, que la recorría con su boca diabólica, su piel comenzó a arder como si un volcán se hubiera explotado dentro de ella. Gimió ante el roce del hombre y anheló sentir esa potencia dentro de ella, reduciéndola, haciéndola suya. Pero de pronto, Salvi se detuvo y se apartó de ella.— ¡No puedo, As, no te merezco! —Exclamó alejándose de ella, quedando tendido a su lado boca arriba en la amplia cama.Asiri pudo apreciar qu
Pero Salvador es más rápido y no la deja escapar, la estrecha muy fuerte contra su pecho al tiempo que le pide una y otra vez perdón, alegando que no es un especialista en eso, y le confiesa que también había sido su primera vez de todo con una chica. Asiri lo mira sorprendida.—No te miento, As. Tú estabas tan decidida, me guiaste en todo momento, que me quedé con la sensación de que lo habías hecho antes. Ahora entiendo la sangre en mi ropa —termina de decir sin pena—. No llores más, vas a arruinar tu maquillaje, mi hermosa novia. Ahora sonríe feliz mientras le limpia el rostro con sus dedos, atrayendo lentamente el rostro de Asiri, que lo mira tratando de dejar de llorar. — ¿Tu novia? —pregunta, todavía sin estar segura de lo que escuchó. — Sí, mi novia. Lo eres y no voy a aceptar un no por respuesta. ¿Lo eres, verdad? —pregunta con miedo. — ¿De veras me estás pidiendo que sea tu novia, Salvi? Yo, yo…, yo ya creía que lo era, desde la otra noche que me entregué a ti —se detiene
Un año había transcurrido ya, y todos seguían viviendo entre la casa de Gabriel y la del doctor Rossi. Evelin se había incorporado al entrenamiento al que Elvira decidió someter a todos, tal como había dicho en el hospital. Fiorella entrenaba a las mujeres y Filipo a los hombres. Al principio, Evelin tenía mucho miedo, pero luego le cogió el gusto junto a su prima Fiorella, Elvira, Maria Isabel y Asiri. Ya estaban haciendo cosas impresionantes, que asustaban a sus hombres cuando las observaban practicar. Aunque habían tratado de detenerlas, ellas se habían negado. Es más, habían reclutado a todas las esposas de sus amigos, que aceptaron gustosas, creando una especie de organización de esposas de la familia Rossi-Garibaldi-D’Alessi. Rossi bromeaba y le decía muchas veces a Elvira la segunda “Pupetta”, que fue una mujer de un mafioso italiano que, al ser asesinado, (ella mató con sus propias manos a quien lo había ejecutado, convirtiéndose en una de las mujeres más poderosas dentro de
Salvatore y Salvi se giran para ver a sus padres, que entran a la casa discutiendo también, se quedan en silencio escuchándolos.— Elvi, no me gusta que sigas recogiendo todos los ramos de flores que te dan —le reclama Rossi a Elvira, que entra con las manos llenas de hermosas flores.— Pero querido, ¿qué culpa tienen las flores? —dice ella con los brazos llenos y las huele—. Son tan hermosas que me da pena dejarlas tiradas en el piso.— ¡Pero no me gusta que otros hombres te regalen flores, Elvi! ¡Te compraré un jardín entero! —dice visiblemente celoso el doctor Rossi.— Rossi, deja los celos —le responde ahora Elvira muy seria y agrega ella también celosa—, que yo no te digo nada cuando saludas y sonríes a todas aquellas mujeres que se desviven porque tú te gires para ellas.— Eso es diferente, Elvi —trata de esquivar Rossi el ataque de ella—, solo las saludo, pero no acepto nada de lo que me dan o piden.— ¿Qué es lo que te piden, Rossi, si se puede saber? —lo interroga Elvira cami
María Isabel lo suelta y gira para mirarlo de frente y puede ver la expresión de preocupación, temor y hasta miedo en los ojos de su esposo. — ¿Por eso te demoraste en volver? Yo creía que eras tú el molesto, porque los Greco me lanzan claveles —dice María Isabel soltando todo su aire y apretándose de nuevo contra su esposo—. Es cierto que no me gustó ver que te besaban en la cara. Pero, por otra parte, me decía que eres mío, solo mío. Yo confío en ti, amor. — Gracias, cariño, realmente me asusté —confiesa sin recato Filipo apretando a Maria Isabel con todas sus fuerzas—. Pensé que te ibas a molestar. Y claro que estoy molesto y celoso porque te persiguen los Greco. ¡El próximo que te lance flores, le daré un tiro!— ¡No hagas eso, cariño! —se asusta María Isabel, que sabe que lo hará de verdad—. ¿Qué tal si le decimos a Oli que termine los espectáculos por esta temporada, de parejas? Que le digamos a todos que somos casados.— Sí, es una buena idea —acepta Filipo, volviendo a besa
De los primos de la edad de Filipo y Salvatore, Gerónimo, el hijo mayor de Giovanni, era el otro que poseía la misma edad. Pero él no quería comprometerse, y mucho menos casarse. Junto a su hermano Guido, recorrían los clubes en las noches. Para ellos, su única pasión era divertirse y conquistar a las chicas bellas, lo cual su físico les ayudaba mucho. Gerónimo y Guido eran altos, con un cuerpo muy bien trabajado y un rostro hermoso y varonil. Destilaban aquella aura de machos bien dotados que saben lo que quieren, lo cual atraía a las mujeres. Con la fama que habían adquirido en las carreras de espectáculos por ser los únicos solteros que se iban de juergas con mujeres, las chicas se los disputaban y a cada rato se les aparecía una diferente para darles un escándalo en el negocio. Esto les acarreaba serios problemas con su padre, Giovanni Garibaldi, quien estaba cansado y además hacía mucho que quería que su hijo mayor, Gerónimo, se casara para tener nietos. Hoy era un día de esos
Mientras tanto, en la casa de Gaby, todo es alboroto y preparativos para el gran lanzamiento de la nueva línea de trajes de novia de Oliver. Elvira llega al despacho de Gabriel porque Oli la mandó a llamar.— Buenos días, Oli. ¿Para qué quieres verme? —preguntó Elvira.— ¡Ay, señora Elvira, tengo una emergencia! —dijo Oliver teatralmente, observando los preocupados ojos de ella—. ¡Creo que usted me puede ayudar!Elvira, sin comprender muy bien de qué se trataba ni en qué podría ayudar, se ofreció a hacerlo. Para su sorpresa, Oliver le pidió que le permitiera tomarle las medidas de su cuerpo porque la modelo para el traje de su colección para mujeres de más de cuarenta años no podía venir y no contaba con nadie más. Ella lo miró sonriente, confesando que creía que era otra cosa, y aceptó de inmediato. Le dijo que podía hacerlo al momento ya que no tenía nada que hacer. Oliver, siguiendo con su actuación exagerada, la abrazó mientras le daba las gracias.— ¡Muchas gracias, muchas grac