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111. PERSECUCIÓN
El fondo de la gaveta se ha abierto y se eleva lentamente, revelando una gran cantidad de joyas. Salvatore y Evelin están sorprendidos. ¿Cómo es posible que su abuela tuviera tantas joyas valiosas en un lugar tan desprotegido? Se miran el uno al otro hasta que Evelin exclama: — ¡Dios mío, esto es una fortuna, Salvatore! — Tienes razón, Eve, y son muy valiosas. ¿Cómo pudo nuestra abuela tener tantas joyas valiosas aquí durante tantos años? —pregunta sin dejar de mirar las joyas. — Debe ser que solo el cerrajero sabía de esta caja fuerte y no se lo dijo a nadie —reflexiona Evelin—. Además, esta oficina ha estado cerrada todo este tiempo. — Sí, también creo que nadie entraba aquí ni sabía de ella. ¿Qué hacemos ahora? —pregunta. — Bueno, busca dónde ponerlas, no podemos dejarlas aquí —dice Evelin mirando a su alrededor—. Las llevaremos a papá. — Espera un momento —dice Salvatore—. Regreso enseguida. Se marcha dejando a Evelin contemplando la cantidad de joyas en la gaveta. Tenía la
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112. PERSECUCIÓN
Salvatore está muy preocupado. En su camino a la casa, deben pasar por una parte muy desolada, bordeando un enorme precipicio. Aunque ha estado practicando con su papá y con Filipo, todavía no se siente seguro para hacer grandes maniobras en su auto nuevo, del cual aún no conoce completamente su funcionamiento. Sigue avanzando hasta alcanzar otro auto negro, similar al que los persigue, que le cierra el paso y no lo deja adelantarlo.—No, mejor llamo al tío Colombo —dice Evelin y marca al detective Colombo. Pero no le responde. Evelin está muy nerviosa, sus manos le tiemblan al no obtener respuesta del detective Colombo. Tampoco quiere asustar a su papá ni a Gabriel. Salvatore, al verla así, le dice que espere y aprieta un botón en el volante de su auto nuevo, que inmediatamente lo conecta con Filipo, quien responde de inmediato.—Dime, hermano, vamos a verlos a la farmacéutica —le informa—. El tío Rossi nos dijo que están allá.—Filipo, nos están siguiendo a Eve y a mí —le cuenta Sa
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113. EFECTOS SECUNDARIOS
Todos entran a la casa. El doctor Rossi y Salvatore dejan sus pertenencias en el despacho antes de dirigirse al gran salón donde se han congregado el resto de las personas. Acto seguido, el detective Colombo les solicita que relaten los acontecimientos recientes. Evelin reitera lo que previamente había mencionado en la llamada telefónica. Salvatore toma la palabra, aclarando que fue él quien sugirió salir con calma y que los demás los siguieran después. Evelin contribuye con más detalles, explicando lo que la secretaria le informó: una mujer ha estado visitando la fábrica diariamente durante el último mes, aparcando su coche en diferentes horarios en la calle adyacente.—Evelin, parece que estaban esperando a que aparecieras. Eres tú a quien quieren capturar —afirma el detective Colombo.—¿Por qué yo? —pregunta Evelin, visiblemente asustada.—Aún no lo sabemos, pero esa mujer te está siguiendo. Por eso debes ser extremadamente cautelosa. Lo que hicieron hoy no se debe repetir jamás
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114. MOVIENDO CONEXIONES.
El doctor Rossi se retira al despacho con los Garibaldi, envuelto en una mezcla de miedo y frustración. Jamás imaginó que su regreso a Roma pondría a su hija en semejante riesgo. Le resulta incomprensible cómo la situación se ha tornado tan caótica. Primero, los adversarios de Gabriel estuvieron a punto de matarla y ahora, una desconocida mujer surge de las sombras persiguiéndola. Está convencido de que la policía es impotente ante tal amenaza.—¿Cómo se encuentra Evelin? —interroga Fabrizio, el jefe de la familia Garibaldi y su más cercano aliado.—Está aterrada, Fabrizio —responde Rossi sin demora—. Creo que recién ha tomado plena conciencia del grave peligro que corre.—¿Qué necesitas de nosotros, Rossi? —pregunta Alonso a su vez.—Alonso, te he solicitado específicamente porque sé que te desenvuelves en ese mundo sombrío, sabes bien a lo que me refiero —expone Rossi con gravedad.—Lo que sea que necesites, solo dímelo —asegura Alonso sin vacilar.—La mujer que acecha a mi Eve pare
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115. CONVERSACIÓN
Salvatore está realmente curioso, imaginando qué miedo debió sentir una niña de doce años escondida en un parqueo oscuro sola con una turba de maleantes buscándola. Él hubiera sentido miedo si se hubiera encontrado en esa misma situación a esa edad, por lo que respira aliviado al escucharla decir.—Nada, papá llegó urgentemente a la escuela —dice ella—. A raíz de ese incidente, a mi padre se le metió la idea no solo de ponerme seguridad sino también de dejar siempre un auto estacionado en la escuela para que, si necesitaba esconderme, pudiera hacerlo dentro de él.—Vaya, tu tío se toma muy en serio la seguridad —exclama Salvatore con alivio.—Tú no tienes idea —dice ella—, los de seguridad me seguían hasta dentro del baño; revisaban todos los cubículos antes de dejarme entrar sola.—¿De veras? —pregunta mirándola ahora con incredulidad. Eso sería demasiado, piensa.Ante su mirada, Fiorella procede a contarle que otro día, Maximiliano hizo que su seguridad comenzara a empujar el auto e
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116. ALIMAÑAS
La oscuridad reinante no deja ver nada. Unos hombres en el suelo parecen dormir hasta que poco a poco empiezan a emitir sonidos y uno de ellos logra sentarse. Sin embargo, por mucho que trata de entender qué sucedió, no recuerda nada. Coca se da cuenta de que está junto a otro cuerpo y se da cuenta de que es su compañero con quien había estado bebiendo la noche anterior.— Espósito, ¿eres tú? ¿Dónde estamos, Espósito? — pregunta mientras lo sacude por el hombro.— No lo sé, Marino. No se ve nada — responde Espósito. ¿Te acuerdas de algo?— No, llegamos al casino. Pedimos esas bebidas y ya no recuerdo nada más — contesta Marino. ¿Quién crees que nos atrapó?— No lo sé, ¿le debes dinero a alguien? — pregunta Espósito tratando de entender dónde están.— Sí, pero no creo que sean ellos — responde Marino, siguiéndolo de cerca. ¿Te das cuenta de que no se escucha nada?— Ya me había dado cuenta de eso, Espósito. ¿Puedes ver la hora en tu reloj? — pregunta temeroso.— No tengo mi reloj ni mi
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117. PELIGRO
Colombo sale corriendo mientras marca desesperado al jefe de seguridad encargado de cuidar la casa de Gabriel, pero no obtiene respuesta. Luego llama a Gabriel, quien responde de inmediato. Aunque son más de las dos de la mañana, Gabriel no puede dormir después del susto que pasó con la persecución de Evelin. Está buscando un lugar donde esconderse con ella. De repente, su teléfono suena y lo toma rápidamente para que Evelin no se despierte.—¿Dígame, detective? —responde Gabriel en voz baja.—¡Gabriel, cierra la puerta de la habitación ahora mismo y ponle el seguro! —le ordena Colombo con urgencia—. Escóndanse en el baño, ¡ya voy para allá!—¿Qué sucede, detective? —pregunta Gabriel sin entender, pero se dirige a la puerta para hacer lo que le pide.—¡Haz lo que te digo, Gabriel! ¡Eve y tú están en gran peligro! —casi le grita Colombo y continúa explicándole—. ¡Hay intrusos en tu casa y la seguridad no responde! ¡Las alarmas están desactivadas! ¡Apúrate, Gabriel, escóndanse!—¡D
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118. SORPRESA
Gabriel deja pasar al fin al detective Colombo, avisando de que su suegro está levantado. Rossi lo recibe interrogándolo por el motivo de que todas las seguridades fallan. Colombo sigue avanzando hacia la cocina para tomar agua, pues no ha dejado de correr en toda la noche.—Toma, ve mirando esos papeles, Rossi. Tienen toda la información que he recolectado sobre la mujer que anda detrás de Eve —dice entregando unos cuantos papeles.—Démelos a mí —Gabriel los toma y los abre sobre la mesa. Comienza a leer en voz alta. La Matriarca se hace llamar Ailin Payne, pero ese no es su nombre real. Tiene aproximadamente sesenta y cinco años de edad. Es la máxima jefa del cártel de la droga en Baja California. Se rumorea que está detrás de la muerte de su propia hija, quien poseía una inmensa fortuna que dejó a nombre de su hijo mayor. No hemos podido obtener más información al respecto. La Matriarca es perseguida por la Interpol. Está en busca y captura como una de las más grandes criminales
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119. AMNESIA
Rossi le asegura a Elvira que no está molesto y le pregunta por qué lo dice de manera nerviosa. Le parece increíble que ella esté en su casa y le hable con tanto amor. Ella continúa avanzando agarrada de su brazo familiarmente, como cuando eran novios en su juventud, mientras habla.—Bueno..., cuando desperté en el hospital, no estabas tú, solo estaba ese extraño chico que se parece a ti —comienza a hablar con el ceño fruncido—. Llegué a pensar que eras tú, pero no lo es. Y me llama mamá todo el tiempo, incluso tiene fotos de los dos —se detiene, haciendo que también se detenga el doctor Rossi—. ¿Por qué no hablas, Rossi? ¿Estás seguro de que no estás molesto? ¿Por qué no me llevaste tú al hospital? ¿Sabes qué fue lo que me pasó? Rossi todavía sin saber qué ha sucedido, mira a su hijo, quien le indica que siga la corriente y luego le explicará. La abraza con amor mientras le asegura que no está molesto y que no sabe lo que le pasó. Lo cual es cierto, pero agrega que no estaba en casa
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120. ¿LA AMAS?
El doctor Rossi se lo alcanza intrigado y lo coloca en la cómoda, quedando expectante. Temía que encontrara algo que le revelara la verdad. Ella se sienta y lo abre. —Vaya, solo tiene maquillaje —dice decepcionada y luego lo mira con amor—. ¿Me haces esto todos los días, cariño? Gracias, amor, lo dejaré aquí abajo. No sé si es mi maquillaje, porque lo tengo allá arriba —habla mientras se acerca y le da un beso suave en los labios—. ¿Por qué me miras así, cariño? —pregunta. El doctor Rossi se queda mirándola embelesado después de que ella lo besara con tanto amor, y le parece estar soñando. La ve moverse por la habitación, quitarse la ropa, buscar en el armario otra y vestirse delante de él, sin que pueda moverse. Su corazón late aceleradamente. Está rebosante de felicidad y miedo al mismo tiempo al ver a su Elvira así. Mueve la cabeza y responde.—No es nada, querida —y poniéndose alegre—, termina de arreglarte que tenemos que ir al médico para hacerte otras pruebas.—Sí, nuestra h
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