Salvatore está realmente curioso, imaginando qué miedo debió sentir una niña de doce años escondida en un parqueo oscuro sola con una turba de maleantes buscándola. Él hubiera sentido miedo si se hubiera encontrado en esa misma situación a esa edad, por lo que respira aliviado al escucharla decir.—Nada, papá llegó urgentemente a la escuela —dice ella—. A raíz de ese incidente, a mi padre se le metió la idea no solo de ponerme seguridad sino también de dejar siempre un auto estacionado en la escuela para que, si necesitaba esconderme, pudiera hacerlo dentro de él.—Vaya, tu tío se toma muy en serio la seguridad —exclama Salvatore con alivio.—Tú no tienes idea —dice ella—, los de seguridad me seguían hasta dentro del baño; revisaban todos los cubículos antes de dejarme entrar sola.—¿De veras? —pregunta mirándola ahora con incredulidad. Eso sería demasiado, piensa.Ante su mirada, Fiorella procede a contarle que otro día, Maximiliano hizo que su seguridad comenzara a empujar el auto e
La oscuridad reinante no deja ver nada. Unos hombres en el suelo parecen dormir hasta que poco a poco empiezan a emitir sonidos y uno de ellos logra sentarse. Sin embargo, por mucho que trata de entender qué sucedió, no recuerda nada. Coca se da cuenta de que está junto a otro cuerpo y se da cuenta de que es su compañero con quien había estado bebiendo la noche anterior.— Espósito, ¿eres tú? ¿Dónde estamos, Espósito? — pregunta mientras lo sacude por el hombro.— No lo sé, Marino. No se ve nada — responde Espósito. ¿Te acuerdas de algo?— No, llegamos al casino. Pedimos esas bebidas y ya no recuerdo nada más — contesta Marino. ¿Quién crees que nos atrapó?— No lo sé, ¿le debes dinero a alguien? — pregunta Espósito tratando de entender dónde están.— Sí, pero no creo que sean ellos — responde Marino, siguiéndolo de cerca. ¿Te das cuenta de que no se escucha nada?— Ya me había dado cuenta de eso, Espósito. ¿Puedes ver la hora en tu reloj? — pregunta temeroso.— No tengo mi reloj ni mi
Colombo sale corriendo mientras marca desesperado al jefe de seguridad encargado de cuidar la casa de Gabriel, pero no obtiene respuesta. Luego llama a Gabriel, quien responde de inmediato. Aunque son más de las dos de la mañana, Gabriel no puede dormir después del susto que pasó con la persecución de Evelin. Está buscando un lugar donde esconderse con ella. De repente, su teléfono suena y lo toma rápidamente para que Evelin no se despierte.—¿Dígame, detective? —responde Gabriel en voz baja.—¡Gabriel, cierra la puerta de la habitación ahora mismo y ponle el seguro! —le ordena Colombo con urgencia—. Escóndanse en el baño, ¡ya voy para allá!—¿Qué sucede, detective? —pregunta Gabriel sin entender, pero se dirige a la puerta para hacer lo que le pide.—¡Haz lo que te digo, Gabriel! ¡Eve y tú están en gran peligro! —casi le grita Colombo y continúa explicándole—. ¡Hay intrusos en tu casa y la seguridad no responde! ¡Las alarmas están desactivadas! ¡Apúrate, Gabriel, escóndanse!—¡D
Gabriel deja pasar al fin al detective Colombo, avisando de que su suegro está levantado. Rossi lo recibe interrogándolo por el motivo de que todas las seguridades fallan. Colombo sigue avanzando hacia la cocina para tomar agua, pues no ha dejado de correr en toda la noche.—Toma, ve mirando esos papeles, Rossi. Tienen toda la información que he recolectado sobre la mujer que anda detrás de Eve —dice entregando unos cuantos papeles.—Démelos a mí —Gabriel los toma y los abre sobre la mesa. Comienza a leer en voz alta. La Matriarca se hace llamar Ailin Payne, pero ese no es su nombre real. Tiene aproximadamente sesenta y cinco años de edad. Es la máxima jefa del cártel de la droga en Baja California. Se rumorea que está detrás de la muerte de su propia hija, quien poseía una inmensa fortuna que dejó a nombre de su hijo mayor. No hemos podido obtener más información al respecto. La Matriarca es perseguida por la Interpol. Está en busca y captura como una de las más grandes criminales
Rossi le asegura a Elvira que no está molesto y le pregunta por qué lo dice de manera nerviosa. Le parece increíble que ella esté en su casa y le hable con tanto amor. Ella continúa avanzando agarrada de su brazo familiarmente, como cuando eran novios en su juventud, mientras habla.—Bueno..., cuando desperté en el hospital, no estabas tú, solo estaba ese extraño chico que se parece a ti —comienza a hablar con el ceño fruncido—. Llegué a pensar que eras tú, pero no lo es. Y me llama mamá todo el tiempo, incluso tiene fotos de los dos —se detiene, haciendo que también se detenga el doctor Rossi—. ¿Por qué no hablas, Rossi? ¿Estás seguro de que no estás molesto? ¿Por qué no me llevaste tú al hospital? ¿Sabes qué fue lo que me pasó? Rossi todavía sin saber qué ha sucedido, mira a su hijo, quien le indica que siga la corriente y luego le explicará. La abraza con amor mientras le asegura que no está molesto y que no sabe lo que le pasó. Lo cual es cierto, pero agrega que no estaba en casa
El doctor Rossi se lo alcanza intrigado y lo coloca en la cómoda, quedando expectante. Temía que encontrara algo que le revelara la verdad. Ella se sienta y lo abre. —Vaya, solo tiene maquillaje —dice decepcionada y luego lo mira con amor—. ¿Me haces esto todos los días, cariño? Gracias, amor, lo dejaré aquí abajo. No sé si es mi maquillaje, porque lo tengo allá arriba —habla mientras se acerca y le da un beso suave en los labios—. ¿Por qué me miras así, cariño? —pregunta. El doctor Rossi se queda mirándola embelesado después de que ella lo besara con tanto amor, y le parece estar soñando. La ve moverse por la habitación, quitarse la ropa, buscar en el armario otra y vestirse delante de él, sin que pueda moverse. Su corazón late aceleradamente. Está rebosante de felicidad y miedo al mismo tiempo al ver a su Elvira así. Mueve la cabeza y responde.—No es nada, querida —y poniéndose alegre—, termina de arreglarte que tenemos que ir al médico para hacerte otras pruebas.—Sí, nuestra h
El joven se ha quedado mirando fijo a Maria Isabel como si no comprendiera a cabalidad lo que ella le había pedido toda ruborizada. Ella baja la cabeza y se abraza de él de nuevo que le devuelve el abrazo todavía sin poder creer que haya entendido bien, y cuando cree que escuchó mal. María Isabel le vuelve a preguntar. — Por favor, ¿puedes dormir conmigo esta noche? Todavía estoy muy asustada de lo que me sucedió —agrega escondida en su pecho.—¿Quieres que duerma contigo? —pregunta todavía dudoso —. ¿Estás segura?—Sí, estoy todavía tan asustada, que no puedo dormir. No quiero despertar a mi nana ni a Piero —y separándose para mirarlo a los ojos pregunta—. ¿No quieres?— Nada me haría más feliz que dormir contigo —responde muy serio y va a seguir argumentando, pero Maria Isabel no le da tiempo y dice rápidamente.— Entonces vamos. Tira de él por la mano, que aún se ve que está indeciso, pero la sigue. Abre la puerta del primer cuarto y se introduce en él, mirando todas las bolsas
El hombre no sube, se mantiene lamiendo con verdadero ahínco el centro de María Isabel, que tira una y otra vez de él sin conseguir alejarlo de su centro. La está enloqueciendo, pero cuando lo invitó tenía en su mente que la penetrara como aquella primera vez que tanto recuerda y revive en sus noches de deseos.—Sube, por favor —suplica—¿Segura?… —pregunta al tiempo que le pasa su lengua de abajo hacía arriba por su centro y le succiona su botón haciéndola estremecerse completa —. Disfruta bella, no tenemos prisa, déjate llevar, luego… —¡Sube…! —casi grita tirando de él, para luego en una súplica rogarle—.Ven por favor… Te quiero dentro de mí, te he estado soñando todos estos años, y no quiero esperar más, por favor entra dentro de mí como la primera vez, lo deseo con toda mi alma, es lo que necesito ahora. Luego puedes hacerme lo que quieras, ¿sí? Y tira de él por su cabeza, que lo hace dejando un reguero de besos húmedos por el hermoso cuerpo de ella, que se arquea abriendo sus