Julieta no quería aceptarlo. ¿Por qué Leandro actuaba de esta forma? Que fuera tan gentil se sentía como el cálido sol de la mañana luego de infinitos días grises.Ella se hundió en los brazos de Leandro y con la felicidad de mil vidas gritó: —Leandro, ¿no me odias más? ¿Esto está pasando de verdad?Él le acarició suavemente el rostro mientras la miraba con una dulce expresión: —Julieta, déjalo atrás, ¿vale?—Pero ¿y Dalila? Creí que me dejarías y la harías tu esposa. —No, no. Julieta, esta vez, esta última vez, solo quiero que seamos nosotros dos. Este bebe... tienes que abortarlo, te consumirá por completo —dijo él con una mezcla de resignación, sombría certeza, tristeza y alivio.En ese momento, Julieta se transportó al pasado, antes de que el infierno en la tierra apareciera en su vida. Su corazón había vuelto, su Leandro estaba de vuelta. Ella bajó la mirada, puso la mano sobre su vientre y dijo con ojos llorosos: —Leandro, quiero darte un hijo. Cuando yo no esté, él será mi
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