Leandro la miró. Frunció el ceño y no pudo evitar temblar. —Baja. Julieta, Piensa en tu hermano —le dijo.—¡Bah! ¿Qué otra cosa vas a hacer aparte de amenazarme con mi hermano? Antes decías que siempre me amarías y que me protegerías por el resto de mi vida, ¿y ahora haces todo esto?Mientras hablaba, Julieta no pudo evitar volver a llorar de la impotencia. Las lágrimas le caían incontrolablemente.Realmente se sentía muy agraviada, muy agraviada.—Tú fuiste quien se arrodilló y juró que me amaría, por eso me casé contigo, pero mira lo que has hecho.A Leandro le dolió el corazón. Ya había visto a Julieta así antes. Una vez, cuando aún estaban enamorados, a ella la acusaron injustamente y lloró como ahora, sin poder respirar.Esta mujer tenía mucho miedo de ser acusada injustamente. ¿Cómo podría olvidarlo?Dio un paso adelante y, extendiendo la mano, intentó tirar de Julieta, pero ella lo esquivó.—¡Vete! Aléjate, ¡no voy a salvar a esa mujer!De repente, el corazón de Leandro se abl
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