MíaMe volteo lentamente, enfrentando a la mujer de ojos verdes. Su sonrisa me demuestra que está disfrutando de esta situación. Me quedo muda, observándola con intensidad. —Richard, esta zorra tiene una grabadora en el bolsillo. Y adivina, se la ha dado Max.Mis ojos se abren de par en par, reflejando el pánico que se apodera de mí. Cualquier atisbo de esperanza que me quedaba por salir de aquí, se desvanece, aplastado por la traición de la maldita de ojos verdes. El sonido de la puerta al abrirse resuena como un trueno. Ella se acerca a mí, haciéndome un examen visual, me quita la grabadora y después me rodea con una gracia felina, sale, y Richard, con un gesto rápido, cierra la puerta. La chica deposita un beso en los labios de Richard, un gesto de victoria y complicidad, mientras yo, impotente, trago saliva con dificultad, sintiendo cómo la realidad de mi situación empeora cada segundo.—Buen trabajo, cariño —dice mientras golpea el trasero de la joven seductora.Poco después, se
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