Tessa intentó avanzar por el pasillo con dignidad. El vestido que habían comprado aquella tarde en una de las mejores boutiques de la Isla se ceñía a su cuerpo realzando su buena figura. La tela, cubierta por un millón de cuentas de crital, tintineaban cuando andaba. Eric la había convencido para que se lo comprara, deespués de pasarse la mitad de la tarde al aire libre montando a caballo con él, había dejado que la llevara de compras pues, según él, lo hacía para contribuir a la economía y el desarrollo de los isleños.Por cierto, ¿dónde estaría? Desde donde estaba oía voces, copas que se encontraban y risas. Cuanto más se acercaba al salón, más ruido oía.El baile. Teresa sintió que el estómago le daba un vuelco. Jamás había ido a un baile. Aunque había ido a un colegio en el que se celebraban muchos bailes, nunca la habían invitado. Sin duda, sus compañeros de clase habían distinguido que no era una de las suyas y nunca la habían invitado, lo que, por otra parte, había sido un g
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