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Todos los capítulos de Soy la esposa del tío de mi ex: Capítulo 61 - Capítulo 70
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Capítulo Sesenta y uno: Despechada
Marcus daba vueltas por el jardín, se sentía tan fastidiado, recordaba las palabras de su madre, su golpe, sentía rabia. Pensó en lo que le dijo Evana, decidió poner manos a la obra. Tomó su teléfono y llamó, o tardó ni dos sonidos, cuando la mujer respondió, su voz parecía ansiosa —¿Qué es lo que quiere? Supongo que, va a maldecirme y a odiarme. —Dijiste cosas horribles sobre mí, ¿Qué puedo pensar al respecto, Pilar, ¿Qué puedo decirte? —Lo acusé porque es verdad, usted me hizo daño, abusó de su poder, lo usó contra mí, soy una víctima suya, no quiera juzgarme, no revictimizarme. Marcus sonrió, la mujer parecía estar jugando un juego, una doble cara, como si pensara que él pudiera grabar la llamada, estaba muy a la defensiva, Marcus supo que mientras ella tuviera esa postura, no iba a poder obtener lo que quería, debía suavizarla, recordó las palabras de Evana, una mujer despechada puede ser el peor enemigo de un hombre, pero una mujer enamorada daría el mundo por él. —No quier
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Capítulo Sesenta y dos: No podrán separarnos
Pilar subió a su auto, condujo a toda prisa, alejándose del lugar. Marcus estaba feliz, llamó a Evana y le contó todo. —Estaré ahí en poco tiempo, amor, celebraremos. Ella colgó la llamada, lo esperaba con ansias. Álvaro estaba enfurecido, miró a su madre. —¡No debiste dejarle ir de casa! Lo arruinaste. —Hijo, no pude retenerla. Álvaro no soportaba siquiera verla. Se alejó e hizo una llamada. —¿Cuándo me dará el dinero para comprar las acciones? —Espera un poco, nieto querido, no quieras correr, cuando apenas puedes gatear, pronto comprarás esas acciones, volverás a la empresa como el caballo de troya, directo a destruirla —dijo el hombre Álvaro colgó la llamada. Evana bajó la escalera, encontró a Fátima ahí, recibió llamadas al respecto del caso de Marcus, y miró el video donde se probaba la inocencia de su hijo. Colgó la llamada, estaba tan petrificada. —¡Mi hijo es inocente! Evana le miró con desdén —Eso es obvio, Marcus siempre ha sido inocente, él es el mejor de lo
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Capítulo Sesenta y tres: Están en mis manos
Sabrina caminaba por los pasillos buscando a Jonathan, cuando lo encontró en una esquina, platicando con un colega, ella pudo escuchar con claridad lo que hablaban, sin tener que esforzarse, esperaba que guardaran silencio para acercarse a él. —¿Y qué tal va el matrimonio, amigo? —exclamó su colega —Bueno, ahí va —dijo intentando olvidar el tema, pero fue inútil, su colega siguió en lo mismo. —Debe ser muy difícil. —¿Por qué lo dices? —preguntó Jonathan sin entender porque lo sabía, sin que él dijera algo. —Bueno, el estar casado con Sabrina Ford, cuando me dijiste que te sentías locamente atraído por Evana Ford, la esposa de tu cuñado, debe ser difícil para ti, verla todo el tiempo y contener tu atracción. Sabrina se quedó perpleja, sintió un dolor grande que aplastaba su pecho, se alejó tan rápido como pudo y temblorosa, sin seguir escuchando. —Eso es el pasado, al principio claro que me sentí atraído por Evana Ford, ella es una mujer muy bella, pero eso es un error, ahora sol
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Capítulo Sesenta y cuatro: Mi corazón late por ti.
Cuando Sabrina y Jonathan llegaron a casa, ella estaba tan seria que él temió de hablarle, miró su rostro con duda. —¿Estás molesta? Sabrina miró su rostro, negó. —Debo ir a dormir. El teléfono de Jonathan resonó. —Hola —respondió—. ¿Qué dices? ¿Cómo está? Es que… no se si pueda ir, mi esposa está enferma… está bien. Jonathan colgó la llamada, pero Sabrina pudo ver su rostro, parecía angustiado. —¿Pasa algo malo? Jonathan hundió la mirada, luego la miró —Es mi padre, él se enfermó, está grave, parece que le han detectado cáncer de estómago, era mi tía, quiere que vaya a verlo, pero, ahora no es un buen momento. Sabrina se quedó perpleja. —¡Claro que es un buen momento! Es tu padre, ¡Él te necesita! Sé que tal vez no tengas la mejor relación, pero es tu padre, debes ir a verlo. —Tal vez debería, pero, tú estás aquí, y no quiero descuidarte, ni tampoco a la salud de nuestro hijo. Ella se quedó perpleja. —¿Y si te acompañó? Él se sorprendió. —¿De verdad? Sabrina asintió.
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Capítulo Sesenta y cinco: Un socio indigno
Al día siguiente, Sabrina despertó y Jonathan no estaba en la alcoba, Salió, olió a café y dulce. Volvió a la habitación, se apuró a darse un baño y alistarse. Cuando bajó él le indicó que el desayuno estaba listo. —Gracias por prepararlo. Él sonrió, ella recordó lo que escucho decir, y se puso nerviosa. Luego de desayunar, fueron hasta la casa de su padre. Al bajar, Jonathan tuvo nostalgia, recordar su infancia triste en esa casa. Tocó la puerta, pronto abrieron, observó a su tía, que con rapidez lo abrazó. —¡Querido hijo, bienvenido a casa! —exclamó al verlo —Hola, tía Lyla. Te presento a mi esposa Sabrina. —¿Tu esposa? ¿Te casaste? —exclamó la tía mirando a la chica de arriba abajo—. —¿Te cásate, Jonathan?! —exclamó una voz que provenía del fondo de la habitación Jonathan la miró incrédulo, era su exnovia Margot ante sus ojos. Presentó a las mujeres con algo de frialdad. —Sabrina, ella es una amiga de la familia, se llama Margot Cruz, Margot, ella es mi esposa y futura
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Capítulo Sesenta y seis: Mentiras piadosas
Sabrina sintió que un nudo en la garganta apresaba su voz, hundió la mirada. Luego dio la vuelta, caminó tan rápido sin que nadie la siguiera, no pudo ver como Jonathan detenía a esa mujer, limpiándose los labios. —¡¿Qué haces?! ¡Mi esposa podría ver algo así, sería terrible para mí! No vuelvas a hacerlo, Margot, ¿Qué sucede contigo? —¡Querido, seguro bebí de más! Lo siento —ella acunó su rostro—. No te he podido olvidar, aún te amo, como en el pasado. Jonathan la detuvo. —¿Acaso no fuiste tú quien finalizó la relación? Yo sufrí por ti. —¡entiende! Creí que nunca saldrías del pueblo. Jonathan sonrió con sarcasmo. —Al final, la que no salió del pueblo, fuiste tú, mira Margot, te estimo por nuestro pasado, pero, en mi vida no eres más que eso, el pasado, eso quedó atrás, no vuelvas a besarme, ni a poner en riesgo mi matrimonio. —¿así que amas a esa mujer? —Sí, y soy feliz, espero un hijo, tengo todo lo que necesito, y estoy en paz. —No lo creo, bésame y verás que aún estoy en
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Capítulo Sesenta y siete: Por las buenas o por las malas
Marcus y Evana miraron a la mujer con estupor, Marcus tomó la mano de Evana, no quería soltarla. —Síguenos, Frida. La mujer obedeció. Evana sentía que era llevada por Marcus de forma automática, su corazón latía de forma bestial, no era consciente de lo que pasaba, era como si su mente estuviera en un estado de shock del que ya no se podía recuperar. Pronto entraron a un salón, Marcus miró a la mujer y al niño de por lo menos tres años que cargaba en brazos. —¿Qué estás diciendo, Frida? No entiendo, ¿Por qué regresaste? ¿Qué es lo que pretendes? —Marcus, este niño es tu hijo, lamento haberlo dicho tan tarde. Evana arrugó el gesto, estaba tan impactada, que se quedó muda, no podía decir ninguna sola palabra sin que algo doliera en su cuerpo. Marcus respiró profundo, era como si le lanzaran un golpe en la cara que ni siquiera podía responder, no era que injusto, pero era algo inesperado, y realmente, era algo que no quería, porque temía perder a Evana, cuando más la amaba, la idea
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Capítulo Sesenta y ocho: Canción de cuna favorita
Evana caminó al jardín, sentir que le faltaba el aire, sintió el viento refrescar en su piel, miró al cielo, pensó en su bebé, imaginó su vida si lo tuviera, todo lo que quiso en su vida fue ser madre, su madre murió siendo pequeña, así que vivió soñando en ser la madre que no pudo conocer, sus ojos se llenaron de lágrimas. —Evana, acabo de enterarme, estoy tan consternado como tu —dijo Álvaro, aunque en su voz había un tono de burla, que no le pasó desapercibido Evana limpió las lágrimas que habían derramado sus ojos, no lloraría delante de su peor enemigo, no le daría ese gusto. —No sé de lo que hablas —dijo con desdén, fingiendo que nada le importaba —Del hijo bastardo de Marcus, debe ser tan difícil para ti, me dejaste a mí por infiel, ¿Y que obtienes? Un hombre que tiene un hijo regado por el mundo, no creas que Marcus no lo sabía, él siempre amó a Frida, ahora que ella ha vuelto, creo que sabes que sales sobrando. Evana alzó la barbilla, le miró con rabia —Yo nunca salgó so
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Capítulo Sesenta y Nueve: ¡Divórciate de Marcus!
Al llegar a la casa, Sabrina se desprendió del agarre de Jonathan, estaba furiosa, se cruzó de hombros —¡¿Cómo te atreves a sacarme de esa forma de la fiesta de mi padre? ¿Qué derecho crees que tienes sobre mí? —¡No voy a permitir que estés con ese hombre, menos en mi presencia! —¿Y tú sí? ¿Yo debo soportar como te besas con esa mujer en público y me humillas de esa manera? Él se acercó a ella. —¡Eso fue un error, yo la rechacé! Solo viste una mínima parte, Sabrina, escúchame. Ella retrocedió y eso le dolió. —Sabrina, debes creer en mí, sé que dije muchas cosas sobre nosotros, pero todo ha cambiado. —¿Qué ha cambiado? —exclamó Sabrina, sin entenderlo —Nosotros hemos cambiado, hemos estado juntos este tiempo y yo, solo quiero que siga siendo así. Ella rodó sus ojos con fastidio. —¡Eres un egoísta! Todo debe ser como tú lo quieras o digas, yo la verdad estoy agotada de todo esto, quiero alejarme de ti —sentenció, cruzada de brazos, estaba realmente molesta. —¿Tanto te importa
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Capítulo Setenta: Una dura realidad
—Nunca me divorciaré de Marcus, la única forma en que lo haré es que él mismo me pida el divorcio, o me pida que lo deje, si eso no pasa, entonces, resígnese, suegrita querida, va a tener que soportarme hasta que la muerte nos separe, pero dígame, usted porque no dejó que le señor Andrés fuera feliz con la madre de Sabrina, tengo entendido que se supo meter de vuelta para recuperar lo que perdió. —¡¿Cómo te atreves a compararte conmigo, mujer?! —Más bien, usted, ¡¿Cómo se atreve a decirme que deje a Marcus?! Yo soy su esposa, y nadie nos va a separar, menos usted. —Evana, eres una calamidad. Evana sonrió con sorna. —Créame, Fátima, no soy una calamidad tan terrible como lo es usted. Evana salió de ahí, mientras Fátima la miraba con odio. Andrés apareció, tenía una sonrisa en el rostro. —¿Lo escuchaste todo? —Todo-todo —dijo el hombre —¿Y no me has defendido? —¿Defenderte? —exclamó casi indignado—. Te mereces cada palabra que te dijo Evana, pero si yo fuera ella, te hubiese d
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