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Todos los capítulos de Soy la esposa del tío de mi ex: Capítulo 71 - Capítulo 80
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Capítulo Setenta y uno: Amor paternal
Frida miró a Evana con rabia, pensó que esa mujer sería muy fácil de vencer y alejarla, pero se encontró con la horma de sus zapatos. —Bien, será como quieras, pero no te olvides que yo tengo al primogénito de Marcus, y qué, eventualmente tendrá que estar por siempre a mi lado —aseveró la mujer Evana rodó los ojos, sintió que podía perder la cordura ante esa mujer, pero miró a Marcus llegar, quien se acercaba muy lento, tuvo un mejor plan que perder la paciencia con esa mujer, decidió que Marcus se diera cuenta de que clase de mujer era ella. —¿Por qué me dices eso, Frida? Date cuenta de que Marcus y yo tenemos una historia por encima de ti, tú así lo decidiste, dejaste a un gran hombre, ahora él me ama a mí, el pequeño niño siempre tendrá el amor de su padre, y también mi amor. —¡No necesita tu amor, tú serás nada en la vida de mi hijo! No dejaré que te acerques a él. —¡Soy parte de esta familia, Frida! No lo podrás evitar. —Ya verás que sí —sentenció la mujer —¡Frida! Deja en
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Capítulo Setenta y dos: Maquiavélicos
Marcus fue con Frida, el pediatra revisaba al niño —Haré unos análisis al pequeño, quiero verificar que todo esté en orden —dijo el doctor Marcus asintió, mientras observaba al bebé en la camilla del consultorio, quien comenzaba a llorar asustado. —¿Cuándo tendrá los resultados listos? —En dos días. Marcus cargó al niño y salieron de ahí. —¿Puedes llevarnos al pent-house? Él aceptó. Marcus se quedó con él niño, jugaba con él en la habitación, cuando notó su fiebre, se preocupó al verlo enfermo. Pronto llamaron al pediatra. Marcus avisó a Evana llamándola por teléfono. Quería volver a su lado, pero no podía irse y dejar al niño enfermo. —Me avisas como sigue, espero que pronto se alivie —dijo ella y colgó la llamada. La empleada ayudó a Marcus a bañar al niño, mientras Frida localizaba al pediatra, una vez que el niño estuvo vestido, la fiebre desapareció y Marcus se sintió más tranquilo, n le gustaba ver a un niño sufrir o enfermo. —Creo que está mejor, ya debo irme. Marc
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Capítulo Setenta y tres: Bajo sospecha
—¿Qué dices? Evana, no digas eso. —¡Es la verdad, Marcus! No te puedo engañar, vi a una ginecóloga, y ella dice que debo recibir un tratamiento, tal vez así pueda darte un hijo, el punto es que por ahora no podré ser madre de nuevo, y eso me está matando, me duele —ella lloró—. Siento que… debería dejarte como todos dicen… Él siseó, puso su dedo índice en sus labios, su mirada se volvió tierna, cálida, le devolvió el calor a su cuerpo frío —No vuelvas a decirlo nunca, porque yo te amo a ti, solo a ti, Evana, no hay nadie, ninguna otra mujer que me haya hecho lo que tú me haces sentir a mí —él tomó su mano, la puso en su pecho—. ¿Lo sientes? Mi corazón late por ti, ni siquiera sabía cuanto te necesitaba en mi vida, hasta ahora, que sé que no podría vivir sin ti, por favor, nunca me dejes. Tendremos un hijo si Dios lo quieres, y si no, podemos adoptar, no importa, porque el hijo que tu ames, yo lo amaré con locura, porque te amo a ti. Ella se abrazó a él con fuerzas, sintió que por f
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Capítulo Setenta y Cuatro: Mala suegra
—¡¿Álvaro?! —exclamó Marcus, de pronto le pareció tan lógico—. Padre, lo que dices es una acusación demasiado fuerte, ¿Qué motivos tienes para creerlo? —He visto el parecido del pequeño Davis con Ismael, tengo mis sospechas. Marcus se quedó perplejo. —Pero… ¡Eso significaría que…! —Que esa mujer te engañó con tu propio sobrino, no es normal para mí que ese niño se parezca tanto a tu hermano, si bien Ismael es tu medio hermano, tú y él no son tan parecidos, así que, algo está mal, algo que yo presiento, no descansaré hasta saber la verdad, y si resulta ser tu hijo, lo compensaré, dando toda la herencia. Marcus estuvo de acuerdo, luego salieron del laboratorio, para volver a la mansión Ford. Álvaro estaba dormido en su cama, Nicol lo miraba con rabia, sostenía la prueba de paternidad, estaba esperando un bebé de ese hombre, pero era inútil, se dio cuenta de que todo era un error, sin embargo, cuando recibió esa llamada, la mujer salió a recibirla al balcón. —Diga. —Señora Ford, y
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Capítulo Setenta y cinco: ¿Es tu hijo, querido nieto?
Días despues. Fátima preparaba su fiesta de cumpleaños, acompañada de Frida, la mujer quería echar la casa por la ventana. —Lo único que me pesa es tener que invitar a Evana, se ha convertido en una piedra en mi zapato, antes, en el pasado, creí que era una buena mujer, porque logró hacer que Marcus se casara y viniera a casa, pero ahora, me doy cuenta de que es una arpía irrespetuosa. Frida sonrió —Yo también lo creo —dijo alimentando el odio de Fátima hacia Evana Ford —Lo que hubiera dado porque mi hijo se casara contigo, querida, lástima. Fátima vio llegar a Sabrina, la miró con enojo, no la soportaba ni un poco, al recordar a su madre que fue su rival. —¿Tú que haces aquí? No te cansas de venir siempre a fastidiar. Sabrina rodó los ojos, Evana que iba llegando, bajó con ella. —No vine a verla a usted. —Esta es mi casa. —Es la casa de la familia Ford, suegrita, no es usted toda la familia Ford, en realidad, ni siquiera el apellido le pertenece —dijo Evana sarcástica —Ni
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Capítulo Setenta y seis: El sobrino repudiado
Fátima tenía el rostro enrojecido, mientras la gente murmuraba totalmente exaltados, ella pudo oírlos. —¡Oh, por Dios! Eran la mejor familia de la sociedad, y mira ahora, parece que tienen tantos escándalos, les tocó un nieto vergonzoso, él estuvo casado con la mujer de su tío, la trató mal, incluso la golpeó, ahora mira, la engañaba desde siempre, tiene un hijo no reconocido, ¡Ese nieto es la calamidad de los Ford! Él lapidará el apellido Ford —exclamaban. Fátima sintió que estaba avergonzada. —¡Basta! —exclamó susurrando a Andrés ÉL la miró con una gran sonrisa en el rostro, ella supo que se burlaba de ella, que lo disfrutaba. Bajaron del podio y el animador del evento logró clamar a los invitados, haciendo que la banda musical comenzara a cantar, distrayendo a los presentes. Al bajar del escenario, Fátima ordenó que todos los Ford fueran adentro de la mansión, todos los siguieron. Stella detuvo a su hijo. —¿Es cierto, Álvaro? ¿ese niño es hijo tuyo? —¡Madre…! —¿Lo sabías?
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Capítulo Sesenta y siete: Una mujer despreciable
Stella estaba rabiosa al llegar al departamento, encontró a Nicol haciendo sus maletas. —¡Enloqueciste, mujer! No puedes irte ahora, esperas un hijo de mi Álvaro, ¿no te das cuenta de que ese niño es la carta abierta para volver a los Ford? —¡Su hijo me fue infiel, robó mis ahorros! Lo odio. Stella le dio una fuerte bofetada. Nicol la miró casi llorosa —No digas estupideces, siempre supiste como era Álvaro, ¿Por qué se lo quitaste a tu hermanastra? ¿acaso solo querías fastidiar a Evana Monet? Bueno, ahora tienes lo que mereces, ¡Te aguantará, porque ese niño es mi nieto, él y David, nos ayudarán a abrir la puerta para volver a la mansión Ford! —exclamó Nicol la miró con odio, tocó su mejilla que dolía, luego dejó de sujetar tan fuerte su maleta, porque supo que la mujer tenía razón, despues de todo ella no tenía a donde ir, ni tampoco dinero para escapar. Álvaro estaba furioso, al llegar al estacionamiento del hotel, vio a Frida en su auto, a punto de arrancar, la mujer le miró
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Capítulo sesenta y ocho: Cruel
Hugh Glenn rio en su cara. —¡No te dije que esta perra era la peor de todas, ahora lo has visto con tus propios ojos! Pero ¿Qué hiciste? ¿Me enviaste a la cárcel tantos años? Andrés se puso frente a ese tipo. —¡Eras un delincuente, no merecías un destino diferente! La empleada llegó. —¿Señor? —exclamó al escuchar los gritos. —¡Llama a los guardias! Este delincuente se va a ir de mi casa —sentenció —Puedo irme solo, querido, pero no olvides como está mujerzuela te engañó conmigo, y no sabes cómo lo disfrutamos. Andrés le dio un fuerte golpe en el rostro, los guardias intervinieron. —¡Saquen a esta basura de aquí! —exclamó con rabia. Cuando quedaron solo, Andrés alzó la mano, estuvo a punto de golpear a Fátima, pero se detuvo. —¡Vales tan poco, que ni un golpe mío lo vales! ¡Te vas de mi casa! No quiero volver a verte. La mujer abrió ojos enormes, no podía creer en sus duras palabras. —¡Andrés, por favor! ÉL la tomó del brazo, la empujó con fuerzas —¡Ve por tus cosas! —gri
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Capítulo Sesenta y nueve: La verdad que quieres ocultar
Fátima corrió a la habitación, escondió el candelabro de pilar en su cajón, tenía mucho miedo, luego escuchó el grito de la empleada. Fátima limpió sus lágrimas y al salir, lanzó un grito, fingiendo estupor. —¡Andrés! ¡Dios mío! ¿Qué fue lo que pasó? —exclamó y bajó las escaleras. La empleada ya llamaba a la ambulancia, —No lo mueva, señora, ya viene la ambulancia. Fátima asintió, asustada. Pronto llegó la ambulancia, ella notó como Andrés se quejaba por el dolor, tuvo miedo, pudo ver cuando lo cargaron y lo subieron en la camilla, el hombre tenía ojos muy abiertos, la miraba entre la confusión y el dolor. Fátima dijo que no iría con ellos, que los alcanzaría, luego llamó a Marcus. En el hospital. Marcus, Evana, Sabrina y Jonathan llegaron casi corriendo. —¡¿Cómo está mi padre?! —Está… ¡están atendiéndolos! —balbuceó —¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo se cayó? —No lo sé, Sabrina, de pronto, escuché a la empleada gritar, él estaba en el suelo, fue horrible, había sangre, creí que
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Capítulo Ochenta: Triste despedida.
Marcus esperaba ansioso, Evana estaba a su lado El doctor llegó, se veía su rostro muy serio. —Lo siento mucho, él señor Andrés Ford ha muerto, no pudimos hacer nada por él, tuvo un paro cardíaco y falleció. Marcus dio un traspié, Evana lo abrazó con fuerzas, no podía creer lo que escuchaba. —Mi amor, lo siento tanto... Marcus se aferró a sus brazos, escuchando el llanto de su hermana que se abrazaba también a su marido como si fuera su único refugio. Álvaro bajó la mirada que se le desdibujada por lágrimas, miró a Evana consolando a su tío, deseó tanto estar en su lugar, porque a pesar de todo, Álvaro llegó a sentir cariño por su abuelo, lo veía como una figura paterna. Fátima cubrió su rostro, sollozando, asustada 《¡Lo maté, Dios mío, fui yo quien lo maté!》, pensó. Marcus se repuso, acunó el rostro de Evana —Debo ir a reconocer su cuerpo y... preparar el funeral. Jonathan tocó su hombro. —Sí quieres, me encargo de reconocer el cuerpo, mientras tú te encargas del funeral.
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