—¡¿Tú?! —exclamó la mujer, sus ojos casi salían de sus orbitas. Delia sonrió. —Sí, yo, claro, ¿creyó alguna vez que estaría en manos de una insignificante sirvienta? Supongo que no, ahora, escúcheme, quiero cien mil euros mañana mismo, de lo contrario este video parará en las manos de su querido Marcus Ford, y de toda la sociedad, veamos quien vuelve a verla en la cárcel. La mujer se levantó, pero se detuvo. —Y si se atreve a hacer algo en mi contra, solo recuerde que no estoy sola, este video está en manos de varias personas que son cercanas a mí, si me llega a pasar cualquier cosa, por mínima que sea, de todas maneras, será descubierta. La mujer sonrió, se alejó. Fátima se quedó con un palmo de narices, incrédula de lo que acababa de pasar, esa mujer la estaba chantajeando, no podía entenderlo, era alguien que no hacía en su vida, ahora su vida dependía de lo que ella hiciera. Fátima fue hasta el banco, tuvo que sacar esa cantidad de dinero, tenía poco dinero en el banco, supo
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