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Evana luchaba contra ese hombre y si pesado cuerpo. Sintió sus labios en su cuello hasta que alcanzó la lámpara, lo golpeó con fuerzas, pero atinó a quebrarla en su cabeza y hacerle un corte en la sien. El hombre se levantó al sentir lo caliente de la sangre. —¡Perra! Evana gritó con fuerzas, Fátima que había llegado y la empleada subieron la escalera. Cuando Fátima observó la herida en la cabeza de Álvaro se asustó. —¡Álvaro! —Está mujer, le provocó y luego me golpeó. —Mentiroso, intentaste sobre pasarte, pero ahora tienes tu merecido, desgraciado. Fátima le miró con odio, intentó pegar a Evana, pero ella la empujó y abofeteó su rostro. —¡Maldita! –gritó Fátima —¿Qué pasa aquí? —exclamó Marcus al llegar Álvaro tuvo temor al verlo. —Está mujerzuela intentó meterse con Álvaro y lo golpeó. —¡Él quiso tocarme! Marcus miró con odio a Álvaro, se lanzó contra él, con rabia y lo comenzó a golpear con fuerzas. Fátima intervino, pero Marcus estaba fuera de sí. —Ambos se largan
—¡¿Tú?! —exclamó la mujer, sus ojos casi salían de sus orbitas. Delia sonrió. —Sí, yo, claro, ¿creyó alguna vez que estaría en manos de una insignificante sirvienta? Supongo que no, ahora, escúcheme, quiero cien mil euros mañana mismo, de lo contrario este video parará en las manos de su querido Marcus Ford, y de toda la sociedad, veamos quien vuelve a verla en la cárcel. La mujer se levantó, pero se detuvo. —Y si se atreve a hacer algo en mi contra, solo recuerde que no estoy sola, este video está en manos de varias personas que son cercanas a mí, si me llega a pasar cualquier cosa, por mínima que sea, de todas maneras, será descubierta. La mujer sonrió, se alejó. Fátima se quedó con un palmo de narices, incrédula de lo que acababa de pasar, esa mujer la estaba chantajeando, no podía entenderlo, era alguien que no hacía en su vida, ahora su vida dependía de lo que ella hiciera. Fátima fue hasta el banco, tuvo que sacar esa cantidad de dinero, tenía poco dinero en el banco, supo
Al día siguiente. Evana estuvo en el hospital cuidando a Sabrina todo el tiempo, pero pronto ella fue dada de alta. Sabrina estuvo casi todo el tiempo en el hospital, porque el bebé aún tenía que estar por unas semanas más, Sabrina no se despegaba de él, quería ya tenerlo a su lado en casa. —Odio a Fátima Ford, nunca le perdonaré lo que me hizo, siento que ella es la culpable de esto, nunca odié a nadie antes, Evana, como en estos momentos siento odiarla —dijo Sabrina al recordar lo mala que esa mujer fue Evana lamentó escucharla tan enfurecida. —Lo sé, esas mujeres son un veneno, pero son así porque no pueden dar nada más, olvídalas, concéntrate en tu hermoso bebé, tú tienes toda la felicidad que mujeres como esas no tendrán, nunca. Evana vio el reloj. —Debo ir a mi consulta, te veré más tarde —dijo Evana Sabrina asintió, se despidieron. Evana fue hasta ese consultorio, estaba ansiosa, la doctora llegó y comenzó a revisarla. Luego de la revisión, se sentaron para hablar. —M
Al día siguiente. Evana salió de casa, estaba por comprar algunos regalos para el pequeño Andrés, hijo de Sabrina, estaba tan feliz, el chofer la esperaba afuera del centro comercial. Ella no se dio cuenta de que era seguida. Salió y subió al auto con el chofer, pero el hombre se detuvo en pleno carretera, notando que dos llantas estaban pinchadas. —Señora, tengo dos llantas pinchadas, debo ir a cambiarlas, creo que hay una gasolinera cerca, ¿Podría esperar aquí? —exclamó Evana asintió con lentitud. Le envió mensaje a su esposo de que estaba ahí, esperando, pronto Evana notó que el tiempo transcurría, el chofer no volvía. Lo intentó llamar, pero el teléfono se iba a buzón de voz. Ella bajó del auto, notó que ese camino estaba poco concurrido, se sintió preocupada, quería ir a casa, miró las llantas, cuando de pronto, sintió una presencia, al intentar mirar atrás, fue sorprendida, alguien cubrió su boca con un pañuelo, impidiendo que gritara. Luchó, hasta que sintió que inyectar
La ambulancia llegó, Marcus iba siguiendo la ambulancia, subió con ella, o podría dejarla sola. Jonathan se visitó tan rápido como pudo. —Vamos al hospital. Sabrina no dejó que la tocara. —¿Me engañas con Evana? —¡No! ¡Fui secuestrado! —¿Secuestrado en su cama? —exclamó con dolor, él negó, acunó su rostro. —Sé que lo que viste parece la gran realidad, y que soy el peor para ti, pero, juro por lo más sagrado que tengo ahora, que son tú y mi bebé, que no es cierto, créeme, mira me siento fatal, quizas también fui drogado, no sé qué pasa conmigo. Sabrina lo miró con recelo. —Vamos al hospital. Ambos subieron a un taxi y los siguieron. En el hospital. Marcus observó como bajaban a Evana, escuchaba que decían que sus latidos eran muy bajos, y que ella tuvo una sobredosis de droga. —No sabe que droga usaron en ella, hasta que hacer los análisis, pero puede morir, vamos a la sala de urgencias. Marcus sintió un miedo indescriptible, corrió tras ellos, podría pasarle todo, perderl
Marcus empujó a su madre, se desesperó al ver lo que hacía, tanto que no midió su fuerza, la mujer cayó al suelo, perpleja al ver a su hijo ahí, no esperó que él llegara para verla hacer algo así. Cuando Marcus comprobó que Evana estaba bien, sintió su pulso y respiración. Sus ojos se fijaron en su madre, ella se levantó del suelo, lo miró con temor, un brillo en sus ojos denotaba que estaba al borde del llanto. —¡¿Cómo puedes ser tan cruel?! ¿Cómo puedes ser mi madre? —exclamó, incluso la voz de Marcus estaba rota de dolor al pensar que la mujer que le dio la vida podía ser tan ruin. —Hijo… no es lo que parece, yo… Marcus dio un par de zancadas hasta estar frente a ella, la tomó de los brazos, la apretó con fuerza, miró sus ojos severos, ella nunca vio tanto odio en una mirada como ahora. —Tú fuiste, ¡sé que fuiste quien drogó a mi esposa, la puso en la cama con otro, no cualquier otro, el esposo de mi hermana! A quien lo secuestraste, y le diste droga, ¡Eres una malvada! Papá e
Él acunó su rostro —Evana, no creo en nada de eso, te confieso, estuve a punto de hacerlo, me arrepiento, porque ahora sé que todo era una trampa asquerosa de alguien que nos odia. —¿Quién? —exclamó ella desesperada—. Dime, ¿Quién puede odiar tanto? ¿Álvaro? —No tengo la certeza de que él esté involucrado, pero fue mi madre. Los ojso de Evana estaba tan abiertos, no podía dar crédito a lo que él decía, claro que sabía que Fátima la odiaba, pero ¿A ese nivel de odio? Bajó la mirada. —¡Dios mío! ¿Cómo llegó a tanto? —Y no llegará a nada más, está en la cárcel, pronto será condenada. Evana abrió la boca con gran estupor. —¡Marcus, tú harás eso! ¡Denunciarás a tu madre! —Sí, esa mujer, Evana, ya no es mi madre, pasó su límite, eso no es amor, es una enfermedad, la quiero lejos de nuestra felicidad. Evana asintió tan despacio, casi como si dudara. Sabrina estaba frente a la cama de Jonathan, el doctor le dijo que la arritmia fue controlada, pero que estaría en observación. —Si
Evana y Marcus estaban recostados en la cama, ella acarició su rostro con suavidad, podía ver lo triste que estaba. —Quiero ser tu lugar seguro, lamento esto. Una lágrima rodó por la mejilla de Marcus, él se abrazó a ella, era su único refugio en el mundo. —Esto tan cansado, Evana, al menos hoy, solo hoy, déjame dormir aquí, tus brazos son mi único lugar seguro. Evana lo abrazó con más fuerza a su pecho, besó su frente, nunca lo dejaría solo, estaba segura. Días despues. Marcus y Evana cuidaban a su sobrino, mientras Sabrina y Jonathan estaban en revisión médica. Evana estaba feliz, cargó al niño, y lo arrulló. Marcus la observó con ojos brillantes, pensó en lo buena madre que sería, ahora anhelaba tener hijos, nunca deseó tenerlos en su pasado, pero supo en ese momento que solo se trató de que no conoció a la mujer correcta, ahora con Evana lo quería todo en la vida. Evana sintió una incomodidad, estaban sentados en el jardín, sobre una manta, como en un picnic, ella se levan