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Fátima tenía el rostro enrojecido, mientras la gente murmuraba totalmente exaltados, ella pudo oírlos. —¡Oh, por Dios! Eran la mejor familia de la sociedad, y mira ahora, parece que tienen tantos escándalos, les tocó un nieto vergonzoso, él estuvo casado con la mujer de su tío, la trató mal, incluso la golpeó, ahora mira, la engañaba desde siempre, tiene un hijo no reconocido, ¡Ese nieto es la calamidad de los Ford! Él lapidará el apellido Ford —exclamaban. Fátima sintió que estaba avergonzada. —¡Basta! —exclamó susurrando a Andrés ÉL la miró con una gran sonrisa en el rostro, ella supo que se burlaba de ella, que lo disfrutaba. Bajaron del podio y el animador del evento logró clamar a los invitados, haciendo que la banda musical comenzara a cantar, distrayendo a los presentes. Al bajar del escenario, Fátima ordenó que todos los Ford fueran adentro de la mansión, todos los siguieron. Stella detuvo a su hijo. —¿Es cierto, Álvaro? ¿ese niño es hijo tuyo? —¡Madre…! —¿Lo sabías?
Stella estaba rabiosa al llegar al departamento, encontró a Nicol haciendo sus maletas. —¡Enloqueciste, mujer! No puedes irte ahora, esperas un hijo de mi Álvaro, ¿no te das cuenta de que ese niño es la carta abierta para volver a los Ford? —¡Su hijo me fue infiel, robó mis ahorros! Lo odio. Stella le dio una fuerte bofetada. Nicol la miró casi llorosa —No digas estupideces, siempre supiste como era Álvaro, ¿Por qué se lo quitaste a tu hermanastra? ¿acaso solo querías fastidiar a Evana Monet? Bueno, ahora tienes lo que mereces, ¡Te aguantará, porque ese niño es mi nieto, él y David, nos ayudarán a abrir la puerta para volver a la mansión Ford! —exclamó Nicol la miró con odio, tocó su mejilla que dolía, luego dejó de sujetar tan fuerte su maleta, porque supo que la mujer tenía razón, despues de todo ella no tenía a donde ir, ni tampoco dinero para escapar. Álvaro estaba furioso, al llegar al estacionamiento del hotel, vio a Frida en su auto, a punto de arrancar, la mujer le miró
Hugh Glenn rio en su cara. —¡No te dije que esta perra era la peor de todas, ahora lo has visto con tus propios ojos! Pero ¿Qué hiciste? ¿Me enviaste a la cárcel tantos años? Andrés se puso frente a ese tipo. —¡Eras un delincuente, no merecías un destino diferente! La empleada llegó. —¿Señor? —exclamó al escuchar los gritos. —¡Llama a los guardias! Este delincuente se va a ir de mi casa —sentenció —Puedo irme solo, querido, pero no olvides como está mujerzuela te engañó conmigo, y no sabes cómo lo disfrutamos. Andrés le dio un fuerte golpe en el rostro, los guardias intervinieron. —¡Saquen a esta basura de aquí! —exclamó con rabia. Cuando quedaron solo, Andrés alzó la mano, estuvo a punto de golpear a Fátima, pero se detuvo. —¡Vales tan poco, que ni un golpe mío lo vales! ¡Te vas de mi casa! No quiero volver a verte. La mujer abrió ojos enormes, no podía creer en sus duras palabras. —¡Andrés, por favor! ÉL la tomó del brazo, la empujó con fuerzas —¡Ve por tus cosas! —gri
Fátima corrió a la habitación, escondió el candelabro de pilar en su cajón, tenía mucho miedo, luego escuchó el grito de la empleada. Fátima limpió sus lágrimas y al salir, lanzó un grito, fingiendo estupor. —¡Andrés! ¡Dios mío! ¿Qué fue lo que pasó? —exclamó y bajó las escaleras. La empleada ya llamaba a la ambulancia, —No lo mueva, señora, ya viene la ambulancia. Fátima asintió, asustada. Pronto llegó la ambulancia, ella notó como Andrés se quejaba por el dolor, tuvo miedo, pudo ver cuando lo cargaron y lo subieron en la camilla, el hombre tenía ojos muy abiertos, la miraba entre la confusión y el dolor. Fátima dijo que no iría con ellos, que los alcanzaría, luego llamó a Marcus. En el hospital. Marcus, Evana, Sabrina y Jonathan llegaron casi corriendo. —¡¿Cómo está mi padre?! —Está… ¡están atendiéndolos! —balbuceó —¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo se cayó? —No lo sé, Sabrina, de pronto, escuché a la empleada gritar, él estaba en el suelo, fue horrible, había sangre, creí que
Marcus esperaba ansioso, Evana estaba a su lado El doctor llegó, se veía su rostro muy serio. —Lo siento mucho, él señor Andrés Ford ha muerto, no pudimos hacer nada por él, tuvo un paro cardíaco y falleció. Marcus dio un traspié, Evana lo abrazó con fuerzas, no podía creer lo que escuchaba. —Mi amor, lo siento tanto... Marcus se aferró a sus brazos, escuchando el llanto de su hermana que se abrazaba también a su marido como si fuera su único refugio. Álvaro bajó la mirada que se le desdibujada por lágrimas, miró a Evana consolando a su tío, deseó tanto estar en su lugar, porque a pesar de todo, Álvaro llegó a sentir cariño por su abuelo, lo veía como una figura paterna. Fátima cubrió su rostro, sollozando, asustada 《¡Lo maté, Dios mío, fui yo quien lo maté!》, pensó. Marcus se repuso, acunó el rostro de Evana —Debo ir a reconocer su cuerpo y... preparar el funeral. Jonathan tocó su hombro. —Sí quieres, me encargo de reconocer el cuerpo, mientras tú te encargas del funeral.
En el cementerio. Sabrina estaba abrazada de Jonathan. —No sé si podré soportar no tenerlo, a hora he perdido a mi madre y padre, soy una huérfana, me siento como un naufrago perdido en el mar. —No, estoy aquí, me tienes a mí, a nuestro bebé, a tu hermano que te adora, por favor, eres ahora mi vida entera. Sabrina acarició su rostro, lo abrazó con más fuerza. Sintió que él era su hogar ahora. Luego del entierro volvieron a casa, Estar ahí era una sensación desoladora, Sabrina se fue poco despues de haber llegado, no quería estar más ahí, Jonathan la llevó a casa. Fátima se acercó a Álvaro y a Stella. —Hablé con el abogado, mañana estará aquí para leer el testamento. —¿Mañana? —exclamó Marcus irresoluto—. ¡Por Dios! Mi padre no lleva ni unas horas enterrado, su cuerpo aún no se enfría, ¿y ya hablas del testamento? ¿Qué clase de ser ruin eres, madre? —¡No te permito que insultes a mi abuela! Marcus tomó a Álvaro del cuello de la camisa. —¡Tú lárgate de esta casa! No olvides q
—¡Esto es imposible! ¿Qué me dejó a mí? ¡Soy su esposa! —Ya lo escuchó, señora, la voluntad del finado Andrés Ford fue no dejarle nada —sentenció el abogado Fátima se levantó, los miraba con rabia, no podía creer que Andrés hubiese cumplido sus amenazas, la hubiese dejado sin nada. —¡Nunca lo aceptaré, voy a impugnar ese absurdo testamento! No puede dejarle mi casa a esta… —apuntó a Evana, pero vio la mirada de Marcus severa sobre ella—. ¡Mujer! —espetó mordiendo la palabra con rabia. —¡Basta, madre, contrólate! De todos modos, eres mi madre, si mi padre no te dejó nada, por algo fue, no te faltará nada, yo te seguiré dando todo lo que necesites y tus lujos, puedes calmarte. —¡Es injusto, Marcus! Mi abuelo no debió dejar tanto dinero para una bastarda, menos esta casa para esta mujerzuela, y todo a ti. —¡Cállate! —exclamó Marcus, severo —Déjalo, amor, deja que el perro ladre, no es importante, sin embargo, puesto que esta es mi casa ahora, lárgate —dijo Evana chasqueándole los d
Evana luchaba contra ese hombre y si pesado cuerpo. Sintió sus labios en su cuello hasta que alcanzó la lámpara, lo golpeó con fuerzas, pero atinó a quebrarla en su cabeza y hacerle un corte en la sien. El hombre se levantó al sentir lo caliente de la sangre. —¡Perra! Evana gritó con fuerzas, Fátima que había llegado y la empleada subieron la escalera. Cuando Fátima observó la herida en la cabeza de Álvaro se asustó. —¡Álvaro! —Está mujer, le provocó y luego me golpeó. —Mentiroso, intentaste sobre pasarte, pero ahora tienes tu merecido, desgraciado. Fátima le miró con odio, intentó pegar a Evana, pero ella la empujó y abofeteó su rostro. —¡Maldita! –gritó Fátima —¿Qué pasa aquí? —exclamó Marcus al llegar Álvaro tuvo temor al verlo. —Está mujerzuela intentó meterse con Álvaro y lo golpeó. —¡Él quiso tocarme! Marcus miró con odio a Álvaro, se lanzó contra él, con rabia y lo comenzó a golpear con fuerzas. Fátima intervino, pero Marcus estaba fuera de sí. —Ambos se largan