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Cuando Sabrina y Jonathan llegaron a casa, ella estaba tan seria que él temió de hablarle, miró su rostro con duda. —¿Estás molesta? Sabrina miró su rostro, negó. —Debo ir a dormir. El teléfono de Jonathan resonó. —Hola —respondió—. ¿Qué dices? ¿Cómo está? Es que… no se si pueda ir, mi esposa está enferma… está bien. Jonathan colgó la llamada, pero Sabrina pudo ver su rostro, parecía angustiado. —¿Pasa algo malo? Jonathan hundió la mirada, luego la miró —Es mi padre, él se enfermó, está grave, parece que le han detectado cáncer de estómago, era mi tía, quiere que vaya a verlo, pero, ahora no es un buen momento. Sabrina se quedó perpleja. —¡Claro que es un buen momento! Es tu padre, ¡Él te necesita! Sé que tal vez no tengas la mejor relación, pero es tu padre, debes ir a verlo. —Tal vez debería, pero, tú estás aquí, y no quiero descuidarte, ni tampoco a la salud de nuestro hijo. Ella se quedó perpleja. —¿Y si te acompañó? Él se sorprendió. —¿De verdad? Sabrina asintió.
Al día siguiente, Sabrina despertó y Jonathan no estaba en la alcoba, Salió, olió a café y dulce. Volvió a la habitación, se apuró a darse un baño y alistarse. Cuando bajó él le indicó que el desayuno estaba listo. —Gracias por prepararlo. Él sonrió, ella recordó lo que escucho decir, y se puso nerviosa. Luego de desayunar, fueron hasta la casa de su padre. Al bajar, Jonathan tuvo nostalgia, recordar su infancia triste en esa casa. Tocó la puerta, pronto abrieron, observó a su tía, que con rapidez lo abrazó. —¡Querido hijo, bienvenido a casa! —exclamó al verlo —Hola, tía Lyla. Te presento a mi esposa Sabrina. —¿Tu esposa? ¿Te casaste? —exclamó la tía mirando a la chica de arriba abajo—. —¿Te cásate, Jonathan?! —exclamó una voz que provenía del fondo de la habitación Jonathan la miró incrédulo, era su exnovia Margot ante sus ojos. Presentó a las mujeres con algo de frialdad. —Sabrina, ella es una amiga de la familia, se llama Margot Cruz, Margot, ella es mi esposa y futura
Sabrina sintió que un nudo en la garganta apresaba su voz, hundió la mirada. Luego dio la vuelta, caminó tan rápido sin que nadie la siguiera, no pudo ver como Jonathan detenía a esa mujer, limpiándose los labios. —¡¿Qué haces?! ¡Mi esposa podría ver algo así, sería terrible para mí! No vuelvas a hacerlo, Margot, ¿Qué sucede contigo? —¡Querido, seguro bebí de más! Lo siento —ella acunó su rostro—. No te he podido olvidar, aún te amo, como en el pasado. Jonathan la detuvo. —¿Acaso no fuiste tú quien finalizó la relación? Yo sufrí por ti. —¡entiende! Creí que nunca saldrías del pueblo. Jonathan sonrió con sarcasmo. —Al final, la que no salió del pueblo, fuiste tú, mira Margot, te estimo por nuestro pasado, pero, en mi vida no eres más que eso, el pasado, eso quedó atrás, no vuelvas a besarme, ni a poner en riesgo mi matrimonio. —¿así que amas a esa mujer? —Sí, y soy feliz, espero un hijo, tengo todo lo que necesito, y estoy en paz. —No lo creo, bésame y verás que aún estoy en
Marcus y Evana miraron a la mujer con estupor, Marcus tomó la mano de Evana, no quería soltarla. —Síguenos, Frida. La mujer obedeció. Evana sentía que era llevada por Marcus de forma automática, su corazón latía de forma bestial, no era consciente de lo que pasaba, era como si su mente estuviera en un estado de shock del que ya no se podía recuperar. Pronto entraron a un salón, Marcus miró a la mujer y al niño de por lo menos tres años que cargaba en brazos. —¿Qué estás diciendo, Frida? No entiendo, ¿Por qué regresaste? ¿Qué es lo que pretendes? —Marcus, este niño es tu hijo, lamento haberlo dicho tan tarde. Evana arrugó el gesto, estaba tan impactada, que se quedó muda, no podía decir ninguna sola palabra sin que algo doliera en su cuerpo. Marcus respiró profundo, era como si le lanzaran un golpe en la cara que ni siquiera podía responder, no era que injusto, pero era algo inesperado, y realmente, era algo que no quería, porque temía perder a Evana, cuando más la amaba, la idea
Evana caminó al jardín, sentir que le faltaba el aire, sintió el viento refrescar en su piel, miró al cielo, pensó en su bebé, imaginó su vida si lo tuviera, todo lo que quiso en su vida fue ser madre, su madre murió siendo pequeña, así que vivió soñando en ser la madre que no pudo conocer, sus ojos se llenaron de lágrimas. —Evana, acabo de enterarme, estoy tan consternado como tu —dijo Álvaro, aunque en su voz había un tono de burla, que no le pasó desapercibido Evana limpió las lágrimas que habían derramado sus ojos, no lloraría delante de su peor enemigo, no le daría ese gusto. —No sé de lo que hablas —dijo con desdén, fingiendo que nada le importaba —Del hijo bastardo de Marcus, debe ser tan difícil para ti, me dejaste a mí por infiel, ¿Y que obtienes? Un hombre que tiene un hijo regado por el mundo, no creas que Marcus no lo sabía, él siempre amó a Frida, ahora que ella ha vuelto, creo que sabes que sales sobrando. Evana alzó la barbilla, le miró con rabia —Yo nunca salgó so
Al llegar a la casa, Sabrina se desprendió del agarre de Jonathan, estaba furiosa, se cruzó de hombros —¡¿Cómo te atreves a sacarme de esa forma de la fiesta de mi padre? ¿Qué derecho crees que tienes sobre mí? —¡No voy a permitir que estés con ese hombre, menos en mi presencia! —¿Y tú sí? ¿Yo debo soportar como te besas con esa mujer en público y me humillas de esa manera? Él se acercó a ella. —¡Eso fue un error, yo la rechacé! Solo viste una mínima parte, Sabrina, escúchame. Ella retrocedió y eso le dolió. —Sabrina, debes creer en mí, sé que dije muchas cosas sobre nosotros, pero todo ha cambiado. —¿Qué ha cambiado? —exclamó Sabrina, sin entenderlo —Nosotros hemos cambiado, hemos estado juntos este tiempo y yo, solo quiero que siga siendo así. Ella rodó sus ojos con fastidio. —¡Eres un egoísta! Todo debe ser como tú lo quieras o digas, yo la verdad estoy agotada de todo esto, quiero alejarme de ti —sentenció, cruzada de brazos, estaba realmente molesta. —¿Tanto te importa
—Nunca me divorciaré de Marcus, la única forma en que lo haré es que él mismo me pida el divorcio, o me pida que lo deje, si eso no pasa, entonces, resígnese, suegrita querida, va a tener que soportarme hasta que la muerte nos separe, pero dígame, usted porque no dejó que le señor Andrés fuera feliz con la madre de Sabrina, tengo entendido que se supo meter de vuelta para recuperar lo que perdió. —¡¿Cómo te atreves a compararte conmigo, mujer?! —Más bien, usted, ¡¿Cómo se atreve a decirme que deje a Marcus?! Yo soy su esposa, y nadie nos va a separar, menos usted. —Evana, eres una calamidad. Evana sonrió con sorna. —Créame, Fátima, no soy una calamidad tan terrible como lo es usted. Evana salió de ahí, mientras Fátima la miraba con odio. Andrés apareció, tenía una sonrisa en el rostro. —¿Lo escuchaste todo? —Todo-todo —dijo el hombre —¿Y no me has defendido? —¿Defenderte? —exclamó casi indignado—. Te mereces cada palabra que te dijo Evana, pero si yo fuera ella, te hubiese d
Frida miró a Evana con rabia, pensó que esa mujer sería muy fácil de vencer y alejarla, pero se encontró con la horma de sus zapatos. —Bien, será como quieras, pero no te olvides que yo tengo al primogénito de Marcus, y qué, eventualmente tendrá que estar por siempre a mi lado —aseveró la mujer Evana rodó los ojos, sintió que podía perder la cordura ante esa mujer, pero miró a Marcus llegar, quien se acercaba muy lento, tuvo un mejor plan que perder la paciencia con esa mujer, decidió que Marcus se diera cuenta de que clase de mujer era ella. —¿Por qué me dices eso, Frida? Date cuenta de que Marcus y yo tenemos una historia por encima de ti, tú así lo decidiste, dejaste a un gran hombre, ahora él me ama a mí, el pequeño niño siempre tendrá el amor de su padre, y también mi amor. —¡No necesita tu amor, tú serás nada en la vida de mi hijo! No dejaré que te acerques a él. —¡Soy parte de esta familia, Frida! No lo podrás evitar. —Ya verás que sí —sentenció la mujer —¡Frida! Deja en