–¿Por qué no pasamos del postre? –sugirió, tirando de ella para sentarla ensus rodillas–. Tengo hambre de otra cosa...–Sólo piensas en sexo –bromeó Pero no protestó cuando empezó a quitarle el vestido y tampoco cuando inclinó la cabeza para rozar delicadamente un pecho con su boca, sucumbiendo al placer que le ofrecían sus labios. Marc la llevó en brazos a la cama. Disfrutaba al escuchar sus gemidos y jamás se cansaba de verla desnuda, el cabello extendido sobre la almohada, su voluptuoso cuerpo entregado. Aunque sabía que era suya, tenerla no había disminuido su deseo por ella. A veces, en la oficina, bajaba a la primera planta con cualquier excusa para verla, para rozarla con un brazo.Sabiendo que no se verían en unos días, quería que aquella noche durase todo lo posible y la acarició con los dedos y con la lengua hasta que Alejandra le suplicó que la hiciera suya. Cuando por fin se enterró en ella estaba tan húmeda que no pudo aguantar más que unos minutos antes de dejarse ir.
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