El médico miró hacia la cama.–Necesitas estar traquila y descansar. Tienes la tensión alta y eso puede dar lugar a todo tipo de problemas. Aunque el latido del niño es fuerte, no me gustan nada esas ojeras que tienes. Estás estresada y seguramente no tomas los nutrientes necesarios. Por supuesto, no hay necesidad de comer para dos como hacían antes, pero necesitas comer bien. Voy a darte una receta de ácido fólico, pero sobre todo debes descansar. Al menos durante un mes, asi que te aconsejaria que pideiras un tiempo en el trabajo.¿Cómo podía haber recorrido una distancia tan grande en tan poco tiempo? De la confusión total al pánico y de ahí a la angustia por la posible pérdida de aquel ser diminuto que crecía dentro de ella.Marcelo salió de la habitación con el médico y cuando volvió unos minutosdespués su expresión lgo seria. –Estaba mintiendo, ¿verdad? –murmuró –. No quería asustarme, pero es más serio de lo que dice. Lo he visto en su cara.–¿Ah, sí? Entonces tendre que sa
Alejandra había estado ocho días en el apartamento de Marcelo porque no había podido convencerlo de que descansaría igual en su apartamento.–No puedo cuidarte si no estás aquí –había dicho él, con total firmeza.Decirle que estaba tirando dinero en el alquiler de un piso que no ocupaba nadie no sirvió de nada, aunque Marc había inclinado a un lado la cabeza, fingiendo que la escuchaba con atención.–No debes estresarte por cosas poco importantes. Recuerda lo que dijo el médico.La única concesión había sido llevarle su ordenador portátil para que pudiera seguir en contacto con su grupo de trabajo,regulando el tiempo en el que podia trabajar. La comida era preparada por un cocinero y Marcelo volvía temprano de la oficina todos los días, aunque ella le aseguraba que no había necesidad.Marcelo daba el cien por cien en todo lo que hacía y también daba el cien por cien en la tarea de evitar que perdiese el niño. Y aunque le gustaba, resultaba turbador pensar que era una tarea de la que
–Es tan diferente a tu ático en donde vives –comentó–. Tu ático es tan minimalista e impersonal.–¿Un poco como yo? –sugirió él.No la había visto tan animada desde que empezaron a salir juntos varias semanas antes, cuando soñaba con casarse con él.Agatha se encogió de hombros.–Tú lo has dicho, no yo.Marc tuvo que sonreír.–¿Entonces te gusta?–Es maravillosa. Qué escondite tan fantástico. Me sorprende que quieras volver a tu lujoso atico después de pasar aquí un fin de semana, esto es el paraiso. Él desvió la mirada.–Demasiada tranquilidad puede ser agotadora.–¿Tienes gente que se encarga del jardín y la casa?–Naturalmente.–Porque podría hacerlo yo mientras esté aquí. Así tendría algo que hacer.–Estás aquí para descansar, Alejandra, recuerda lo que te indico el doctor.–La jardinería es relajante.–Si tú lo dices... –Marcelo salió del coche para abrirle la puerta.Todo lo que podrían necesitar, incluyendo lo necesario para que él trabajase desde allí, había sido enviado con
–Lo siento, sólo lo preguntaba por curiosidad. Si vamos a estar encerrados aquí, será mejor que charlemos de algo.–Éste es un sitio muy tranquilo y de vez en cuando necesito relajarme. Había comprado la casa con un plan en mente, pero tanto subterfugio empezaba a sacarlo de quicio. Él tenía varios apartamentos por todo el mundo; uno en Nueva York, otro en París, otro en Roma, Veneciaque usaba ocasionalmente cuando visitaba a sus clientes. ¿Dónde estaba el problema? Incluso tenia uno en Costa Rica cuando queria ir de vacaciones al Caribe y uno en Hawai.–Creo que es genial que te olvides del trabajo de vez en cuando –dijo–. Trabajar tanto no puede ser bueno para nadie.–En eso no estamos de acuerdo –Marc recordó las razones por las que se habían visto obligados a romper su relación. Recordó la imposibilidad de que un hombre como él, centrado por completo en dirigir un imperio multimillonario, contemplase una relación con una mujer que intentaba convertirlo en un hombre de familia.Per
Alejandra lo observó mientras se acercaba con expresión decidida. –¿Qué haces? –le preguntó cuando se sentó en la cama. En realidad, Marcelo no lo sabía. Estaba tomando el control de la situación, se dijo a sí mismo. Eso era lo que él hacía bien. Afortunadamente, porque ella no parecía tener ni idea. –Puedo vestirme sola –dijo ella cuando intentó quitarle la toalla. El calor de sus dedos la hizo temblar y rezó para que pensara que era de frío. Pero el brillo de sus ojos le dijo que sabía lo que pasaba y su pulso se aceleró aunque sed dijo a si misma que el solo quería manipularla y que esto era solo una estrategia para lograr su objetivo, aún no había podido arrancar el sentimiento que por años había tenido por él. Algo que Marcelo de seguro sospechaba y estaba utilizándolo en su contra para que callera en sus manos y aceptara la propuesta que le había hecho de casarse, aun le quedaba algo de orgullo y se había negado en aquel momento y aun aunque reconocía que seguía
La casa de campo que hasta entonces le había parecido un exilio, de repente le resultaba más agradable. No sabía cuánto había echado de menos tocarla, acariciarla, estar a su lado. –Yo iré enseguida. Voy a ducharme y a hacer un par de llamadas... pero no te preocupes –Marcelo sonrió, levantando las manos en señal de rendición–. Las haré desde aquí y luego seré todo tuyo. Alejandra sonrió mientras volvía a ponerse la ropa. Seguía temblando y laPonía de los nervios que la afectase de ese modo, pero sabía que no podía culpar a nadie por sentirse de esa manera. Era mejor reconocer que había sabido desde el principio que acabaría acostándose con él, tal vez por eso había aceptado sin protestar que la llevase allí, además que Marcelo estaba rebueno y ella no era ninguna santa. Pero sobre todo estaba desconcertada por lo que iba a pasar a partir de aquel momento. ¿Cómo iba a decirle que sólo eran amigos? ¿Cómo iba a olvidar lo que acababa de ocurrir en la habitación? Inquieta
Le había parecido extraño que un hombre como Marcelo Alcantara tuviera una casa en el campo porque él era un hombre de ciudad. Una casita encantadora en medio de ninguna parte no era lo suyo. Pero aun asi fue ostinada y había querido convencerse de que aquélla era otra faceta del hombre del cual habia estado enamorada por mas de diez años que no conocía y que lo convertía en un hombre profundo, menos agresivo que en habia visto de primera plana en los ultimos meses. Con qué facilidad se había engañado a sí misma. La casa había sido comprada con un propósito y el propósito era el que había temido desde el principio: Marcelo no la quería a ella, quería al bebé y la mejor manera de controlar la situación sin casarse era tenerla en su poder. Como una tonta, ella había bailado al son que él tocaba. Qué fácil le había resultado: una casa maravillosa, un jardínde ensueño y... bingo, ella haciendo ecaptamente lo que el queria. Con el folleto en la mano, Alejand
Poco acostumbrado a cuestionarse a sí mismo, Marc intentó recordar que lohabía hecho de buena fe. Además, ¿qué había de malo en utilizar los medios a su disposición para conseguir lo que quería? ¿Desde cuándo era un crimen intentar que las cosas fueran a tu favor cuando sabías que eso era lo que debías hacer? –A ti no te gustan las casas en el campo con habitaciones pequeñas ymuebles antiguos –le espetó Alejandra–. No sé cómo he podido creer que venías aquí los fines de semana a relajarte. Tú estás pegado al ordenador veinticuatro horas al día, ¿por qué ibas a querer relajarte en el campo Además, si quisieras relajarte, ¿por qué ibas a venir aquí cuando podrías ir a un hotel en cualquier parte del mundo? Marcelo miró alrededor, levantando las cejas. –Curiosamente, no me parece tan claustrofóbica como había imaginado. –No entiendo cómo has podido engañarme. Él suspiró, pasándose una mano por el pelo. –Voy a llenar la bañera...–¡Ésa no es una respuesta! –Lo sé. –N