No lo culpaba por el final de la relación, se culpaba a sí misma. Pero se levantaría como fuera.–Y sí, te agradecería que no fueras a mi despacho... aunque si tienes que hacerlo tampoco pasa nada.Había tenido que hacer acopio de fuerzas para decir esa última frase, pero al menos Marc ya no estaba mirándola con esa expresión ridículamente condescendiente. Le había dado la excusa que necesitaba para marcharse y la miraba con cierta reserva.Alejandra respiró profundamente. La recuperación tenía que empezar en algún momento y podía lidiar con reserva mejor que con compasión.Marcelo levanto la cabeza para mirar a la pelirroja que le había sonreído coquetamente durante toda la cena. Sabía que, aunque se mostrase tan comunicativo como un ladrillo, ella seguiría intentando flirtear con él. Atractivo, rico y sin compromiso, era uno de los solteros más cotizados de la ciudad. Estaban terminando de cenar en uno de los mejores restaurantes de toda la ciudad y lo lógico era ir a su apartamento
Por un segundo, Marcelo tuvo la extraña sensación de que el tiempo se había detenido. Y luego se preguntó si había oído bien.–Eso es imposible –dijo por fin, levantándose para pasear por el salón–. Me dijiste que tomabas la píldora y confié en ti. ¿Estabas mintiendo?–No te dije que tomase la píldora, dije que no creía que fuera un problema...Él se pasó una mano por el pelo.–No puedes estar embarazada. –Me he hecho cuatro pruebas –dijo –. No hay ninguna duda, estoy embarazada.–Esto no puede estar pasando –Mmarc se dejó caer sobre el sofá, mirándola con tal expresión de incredulidad que Alejandra olvidó el discurso que había ensayado.–Sé que es una sorpresa. También ha sido una sorpresa para mí. Había ido al médico porque estaba cansada, con sueño y le dolía la espalda, esperando que le recetase un analgésico, unos suplementos y tal vez un masaje... y había salido con las piernas temblorosas cuando le dijo que estaba embarazada de tres meses.–Estaba tomando la píldora –siguió–,
El médico miró hacia la cama.–Necesitas estar traquila y descansar. Tienes la tensión alta y eso puede dar lugar a todo tipo de problemas. Aunque el latido del niño es fuerte, no me gustan nada esas ojeras que tienes. Estás estresada y seguramente no tomas los nutrientes necesarios. Por supuesto, no hay necesidad de comer para dos como hacían antes, pero necesitas comer bien. Voy a darte una receta de ácido fólico, pero sobre todo debes descansar. Al menos durante un mes, asi que te aconsejaria que pideiras un tiempo en el trabajo.¿Cómo podía haber recorrido una distancia tan grande en tan poco tiempo? De la confusión total al pánico y de ahí a la angustia por la posible pérdida de aquel ser diminuto que crecía dentro de ella.Marcelo salió de la habitación con el médico y cuando volvió unos minutosdespués su expresión lgo seria. –Estaba mintiendo, ¿verdad? –murmuró –. No quería asustarme, pero es más serio de lo que dice. Lo he visto en su cara.–¿Ah, sí? Entonces tendre que sa
Alejandra había estado ocho días en el apartamento de Marcelo porque no había podido convencerlo de que descansaría igual en su apartamento.–No puedo cuidarte si no estás aquí –había dicho él, con total firmeza.Decirle que estaba tirando dinero en el alquiler de un piso que no ocupaba nadie no sirvió de nada, aunque Marc había inclinado a un lado la cabeza, fingiendo que la escuchaba con atención.–No debes estresarte por cosas poco importantes. Recuerda lo que dijo el médico.La única concesión había sido llevarle su ordenador portátil para que pudiera seguir en contacto con su grupo de trabajo,regulando el tiempo en el que podia trabajar. La comida era preparada por un cocinero y Marcelo volvía temprano de la oficina todos los días, aunque ella le aseguraba que no había necesidad.Marcelo daba el cien por cien en todo lo que hacía y también daba el cien por cien en la tarea de evitar que perdiese el niño. Y aunque le gustaba, resultaba turbador pensar que era una tarea de la que
–Es tan diferente a tu ático en donde vives –comentó–. Tu ático es tan minimalista e impersonal.–¿Un poco como yo? –sugirió él.No la había visto tan animada desde que empezaron a salir juntos varias semanas antes, cuando soñaba con casarse con él.Agatha se encogió de hombros.–Tú lo has dicho, no yo.Marc tuvo que sonreír.–¿Entonces te gusta?–Es maravillosa. Qué escondite tan fantástico. Me sorprende que quieras volver a tu lujoso atico después de pasar aquí un fin de semana, esto es el paraiso. Él desvió la mirada.–Demasiada tranquilidad puede ser agotadora.–¿Tienes gente que se encarga del jardín y la casa?–Naturalmente.–Porque podría hacerlo yo mientras esté aquí. Así tendría algo que hacer.–Estás aquí para descansar, Alejandra, recuerda lo que te indico el doctor.–La jardinería es relajante.–Si tú lo dices... –Marcelo salió del coche para abrirle la puerta.Todo lo que podrían necesitar, incluyendo lo necesario para que él trabajase desde allí, había sido enviado con
–Lo siento, sólo lo preguntaba por curiosidad. Si vamos a estar encerrados aquí, será mejor que charlemos de algo.–Éste es un sitio muy tranquilo y de vez en cuando necesito relajarme. Había comprado la casa con un plan en mente, pero tanto subterfugio empezaba a sacarlo de quicio. Él tenía varios apartamentos por todo el mundo; uno en Nueva York, otro en París, otro en Roma, Veneciaque usaba ocasionalmente cuando visitaba a sus clientes. ¿Dónde estaba el problema? Incluso tenia uno en Costa Rica cuando queria ir de vacaciones al Caribe y uno en Hawai.–Creo que es genial que te olvides del trabajo de vez en cuando –dijo–. Trabajar tanto no puede ser bueno para nadie.–En eso no estamos de acuerdo –Marc recordó las razones por las que se habían visto obligados a romper su relación. Recordó la imposibilidad de que un hombre como él, centrado por completo en dirigir un imperio multimillonario, contemplase una relación con una mujer que intentaba convertirlo en un hombre de familia.Per
Alejandra lo observó mientras se acercaba con expresión decidida. –¿Qué haces? –le preguntó cuando se sentó en la cama. En realidad, Marcelo no lo sabía. Estaba tomando el control de la situación, se dijo a sí mismo. Eso era lo que él hacía bien. Afortunadamente, porque ella no parecía tener ni idea. –Puedo vestirme sola –dijo ella cuando intentó quitarle la toalla. El calor de sus dedos la hizo temblar y rezó para que pensara que era de frío. Pero el brillo de sus ojos le dijo que sabía lo que pasaba y su pulso se aceleró aunque sed dijo a si misma que el solo quería manipularla y que esto era solo una estrategia para lograr su objetivo, aún no había podido arrancar el sentimiento que por años había tenido por él. Algo que Marcelo de seguro sospechaba y estaba utilizándolo en su contra para que callera en sus manos y aceptara la propuesta que le había hecho de casarse, aun le quedaba algo de orgullo y se había negado en aquel momento y aun aunque reconocía que seguía
La casa de campo que hasta entonces le había parecido un exilio, de repente le resultaba más agradable. No sabía cuánto había echado de menos tocarla, acariciarla, estar a su lado. –Yo iré enseguida. Voy a ducharme y a hacer un par de llamadas... pero no te preocupes –Marcelo sonrió, levantando las manos en señal de rendición–. Las haré desde aquí y luego seré todo tuyo. Alejandra sonrió mientras volvía a ponerse la ropa. Seguía temblando y laPonía de los nervios que la afectase de ese modo, pero sabía que no podía culpar a nadie por sentirse de esa manera. Era mejor reconocer que había sabido desde el principio que acabaría acostándose con él, tal vez por eso había aceptado sin protestar que la llevase allí, además que Marcelo estaba rebueno y ella no era ninguna santa. Pero sobre todo estaba desconcertada por lo que iba a pasar a partir de aquel momento. ¿Cómo iba a decirle que sólo eran amigos? ¿Cómo iba a olvidar lo que acababa de ocurrir en la habitación? Inquieta