Yo caminé sin rumbo fijo y, sin darme cuenta, llegué nuevamente a la orilla del río. Compré unas latas de cerveza y, después de decirle a mi suegra que fuera a recoger a Dulcita, me senté aliviada en la orilla, disfrutando del vino en soledad.La empresa se había convertido en un cascarón vacío y parecía que ya había cumplido su propósito, enriqueciendo a la familia Cintas, mientras yo no había obtenido nada. No era de extrañar que Sofía se burlara de mí sin miedo, diciendo que a pesar de haberme casado con Hernán, nunca sería parte de la familia.Incluso así, no se conformaron con dejarme ni siquiera mi última propiedad. Hernán aprovechaba mi ausencia para asquearme sin piedad, haciendo cosas más sucias en la cama donde yo dormía.Anoche, durante la cena, tuve una pelea con ellos y me sentí poderosa, pero todo lo que obtuve a cambio fue que Hernán había comprado un coche para hacer feliz a Sofía. ¡Vaya generoso! Pero cuando le pedí medio millón para ayudar a mis padres en tiempos difí
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