Capítulo 57: Matando a la gallina de los huevos de oro
Entonces, me di cuenta de que Patricio salía de la habitación y oí que alguien hablaba por la puerta, seguido de un portazo y de alguien que volvía a entrar.

—¿No te sientes sofocada? —resonó nuevamente la voz de Patricio. Al cabo de un rato, me resultó difícil respirar y, con cautela, abrí las sábanas para encontrar que me observaba con una sonrisa radiante que le daba un aspecto sorprendentemente atractivo.

¿Era este el mismo Patricio tan serio y distante que yo conocía?

Al verme mirándolo atónita, él extendió su brazo y me tiró hacia él, envolviéndome en sus brazos. De inmediato, me entró un pánico de mil demonios. —¡Oye! ¿Q-qué estás haciendo?

Estaba tan cerca que su aliento me envolvía. Su rostro estaba cada vez más cerca, lo cual me costaba trabajo respirar.

De repente, se me ocurrió el apasionado beso que compartimos la noche anterior junto al río. ¡Qué vergonzoso! Siempre decían que después de beber, uno perdía el juicio, y esta vez lo comprobé.

Me miró con ojos ardientes y res
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