Finalmente, después de lo que parecieron siglos, una enfermera apareció en la sala de espera. Llevaba una expresión neutral, pero la mirada que le lanzó a Valeria fue suficiente para hacerle saber que había noticias.—Puede pasar a verlo —dijo la enfermera, dirigiéndose a Valeria—. Pero solo unos minutos. Necesita descansar.Valeria se puso de pie de un salto, sintiendo que las piernas le temblaban. Margarita le dio un apretón en el brazo, como diciéndole que fuera fuerte. Valeria respiró hondo y siguió a la enfermera por el pasillo, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.Al llegar a la puerta de la habitación, Valeria se detuvo por un segundo. Cerró los ojos, reuniendo fuerzas, y luego entró lentamente. Allí, en la cama, estaba Alejandro. Su rostro pálido y la vía intravenosa en su brazo le recordaron la gravedad de lo que había ocurrido. Pero él estaba ahí, respirando, luchando.—Alejandro... —susurró, acercándose a su lado.Él abrió los ojos lentamente, girando la cabeza para
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