—Alejandro —dijo Margarita, su tono suavizándose solo un poco—. Tienes que entender que las apariencias importan. No puedes permitirte situaciones que puedan ser malinterpretadas. La gente siempre está observando, y no todos serán tan comprensivos como yo.Alejandro asintió lentamente, sintiendo el peso de las palabras de su tía. Aunque sabía que ella tenía razón en ciertos aspectos, le resultaba difícil aceptar que su deseo de confortar a Valeria se convirtiera en una fuente de conflicto.—Lo entiendo, tía —respondió Alejandro—. Me disculpo si esto ha causado algún problema. Valeria solo necesitaba un poco de consuelo. No había nada inapropiado en nuestras intenciones.Margarita lo miró con una mezcla de decepción y exasperación, pero antes de que pudiera responder, Valeria salió del baño. Su rostro mostraba una determinación nueva, y aunque el rubor de la incomodidad aún era visible, había un aire de firmeza en su postura.—Buenos días —dijo Valeria, intentando sonar lo más natural
Valeria sonrió, sintiendo cómo la adrenalina se apoderaba de ella. Sin decir más, ambos se dirigieron a cambiarse. Alejandro eligió un elegante traje negro con una camisa blanca de seda que le daba un aire sofisticado, mientras que Valeria optó por un vestido largo y entallado en un tono azul marino, que realzaba su figura y combinaba con el estilo elegante y moderno que querían proyectar en la campaña.Mientras se vestían, la emoción crecía en el aire. Cada prenda que elegían, cada accesorio que añadían, formaba parte del mensaje que querían transmitir: una imagen fuerte, segura y elegante.Valeria se acercó al espejo para retocarse el maquillaje. Sus labios pintados de un tono rojo profundo contrastaban con la sutileza de sus ojos ahumados. Alejandro, por su parte, ajustó la corbata y comprobó que cada pliegue de su traje estuviera perfecto.—Estamos listos —dijo Alejandro, mirándola con admiración—. Te ves increíble.Valeria sonrió, su reflejo devolviéndole la confianza.—Y tú te v
La última sesión en el aire resultó ser la más intensa. La química entre Valeria y Alejandro alcanzó su punto más alto. Las poses eran sensuales, elegantes, llenas de fuerza y complicidad. Alejandro aprovechó cada instante para admirarla, y Valeria, consciente de su mirada, se dejaba llevar por la dinámica del momento. Los fotógrafos estaban encantados, pues cada toma superaba a la anterior en impacto visual.Cuando finalmente los bajaron, los dos estaban exhaustos pero llenos de satisfacción. Alejandro se acercó a Valeria mientras los asistentes los liberaban de los arneses.—Lo hiciste increíble —murmuró él, inclinándose un poco hacia su oído—. Me dejaste sin palabras.Valeria, con la respiración todavía agitada por la emoción, le dedicó una mirada cómplice.—Tú tampoco lo hiciste nada mal —respondió, dejando escapar una sonrisa mientras los maquilladores se apresuraban a hacer los últimos retoques finales.Ambos sabían que habían conseguido algo único ese día, y las imágenes serían
—Confía en mí —susurró, apretando suavemente su mano.Valeria asintió, sintiendo la seguridad de Alejandro envolviéndola. La primera sesión comenzaba, y ambos se sumergieron en la actuación, sus cuerpos y expresiones reflejando la química que se había construido entre ellos.Los flashes estallaron, capturando cada momento: las miradas intensas, las sonrisas cómplices, los movimientos coordinados. Cada imagen reflejaba la elegancia y el estilo que deseaban transmitir con la campaña. Valeria se entregó por completo, moviéndose con naturalidad mientras Alejandro la guiaba con su presencia firme y cautivadora.Después de varias tomas, uno de los fotógrafos se acercó, mostrándoles algunas de las imágenes en la pantalla de la cámara.—Estas son fantásticas —dijo, sin ocultar su entusiasmo—. Han capturado justo lo que estábamos buscando. La química entre ustedes dos es perfecta.Valeria miró a Alejandro, sintiendo una oleada de satisfacción. Habían logrado transmitir exactamente lo que querí
—No, nada. Solo quería asegurarme de que todo estuviera en orden —respondió doña Beatriz con voz calmada. Luego, sacó un pequeño papel de su bolsillo y se lo extendió a Alejandro—. Aquí tienes, Alejandro. Este es mi número. Si necesitas algo, no dudes en llamarme.Alejandro tomó el papel, mirando el número, y luego a Beatriz, todavía tratando de descifrar el motivo de su comportamiento. Nada tenía sentido, pero antes de que pudiera hacer más preguntas, algo inesperado interrumpió la tranquilidad del momento.Una sombra se movió rápidamente en el fondo del estudio. La figura de un hombre apareció, avanzando con determinación y en sus manos, un rifle, que apuntó directamente hacia Daniel. Todo sucedió en cuestión de segundos, y el caos estalló.—&i
Alejandro, luchando por mantenerse consciente, apretó los dientes. —Si… si tanto quieres matar… —dijo con esfuerzo—, entonces hazlo… mátame a mí. Pero no a ellos.El padre de Alejandro dejó caer el rifle al suelo, el sonido del metal contra el piso resonando en el set como un trueno. Dio un paso atrás, con las manos temblorosas llevándose a la cabeza. —No… no puedo —murmuró, su voz apenas un susurro.Valeria, que había estado junto a Alejandro durante toda la escena, miró al hombre con una mezcla de rabia y piedad. —Entonces es hora de que te vayas —dijo con una firmeza que sorprendió a todos—. Y deja que esta familia sane por su cuenta.El padre de Alejandro la miró, con los ojos llenos de una tormenta interna, y luego asintió lentamente. Dio unos pasos hacia atrás y, sin decir una palabra más, se marchó, dejando atrás a un Alejandro herido y una sala llena de incertidumbre.Valeria tomó el rostro de Alejandro entre sus manos. —Te pondrás bien —susurró con la voz quebrada—. Te lo pro
Finalmente, después de lo que parecieron siglos, una enfermera apareció en la sala de espera. Llevaba una expresión neutral, pero la mirada que le lanzó a Valeria fue suficiente para hacerle saber que había noticias.—Puede pasar a verlo —dijo la enfermera, dirigiéndose a Valeria—. Pero solo unos minutos. Necesita descansar.Valeria se puso de pie de un salto, sintiendo que las piernas le temblaban. Margarita le dio un apretón en el brazo, como diciéndole que fuera fuerte. Valeria respiró hondo y siguió a la enfermera por el pasillo, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.Al llegar a la puerta de la habitación, Valeria se detuvo por un segundo. Cerró los ojos, reuniendo fuerzas, y luego entró lentamente. Allí, en la cama, estaba Alejandro. Su rostro pálido y la vía intravenosa en su brazo le recordaron la gravedad de lo que había ocurrido. Pero él estaba ahí, respirando, luchando.—Alejandro... —susurró, acercándose a su lado.Él abrió los ojos lentamente, girando la cabeza para
La puerta se cerró detrás de ellas con un golpe seco. Afuera, en el pasillo, Beatriz y Isabel esperaban, sus corazones latiendo al ritmo de la incertidumbre. Isabel tomó la mano de Beatriz en un intento de ofrecer consuelo y fuerza mutua.Pasaron unos largos y angustiosos minutos en los que el silencio se volvió casi palpable. El sonido del aparato de monitoreo en la habitación comenzó a emitir un pitido continuo, y los rostros de Isabel y Beatriz se llenaron de pánico. El pitido era cada vez más insistente y alarmante.Finalmente, después de lo que parecieron horas, uno de los médicos salió de la habitación, con una expresión de profunda tristeza y agotamiento en su rostro.Isabel se adelantó inmediatamente. —¿Cómo está Alejandro? —preguntó con una voz temblorosa.El médico sacudió la cabeza lentamente, sus ojos llenos de pesar. —Lo siento mucho. Hicimos todo lo que pudimos, pero Alejandro no sobrevivió. Su situación era demasiado grave y no pudimos salvarlo.El mundo de Isabel y Bea