Alex camina hasta la habitación donde Rebecca descansa y pasa toda la tarde en un sillón, observándola mientras duerme. Por la noche, cuando ella se despierta, él está de pie frente a la ventana, perdido en sus propios pensamientos. Rebecca mira hacia su espalda, las lágrimas corriendo por su rostro, sintiendo el peso abrumador en su corazón. Suspira, reuniendo el coraje necesario para enfrentarlo.– Alex? – Llama con voz temblorosa.Al escuchar su voz, el corazón de Alex se acelera, pero sigue inmóvil, incapaz de mirarla.– Alex, por favor, mírame. – Implora, sentándose en la cama y luchando contra las lágrimas.– ¿Cómo te sientes? – Le pregunta, sin aún poder mirarla.– Por favor, mírame, Alex. – Suplica, con lágrimas corriendo. – Mírame, te lo ruego.Alex permanece inmóvil, sintiendo su corazón dolorido al escuchar el llanto de Rebecca. Por mucho que intente, no puede reunir el coraje para mirarla. Está perdido, sin saber qué decir o cómo actuar en aquel momento.– ¿Cómo estás? – R
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