BEIJING Asher miraba con enfado su comida mientras negaba con la cabeza, no deseaba eso de comer, estaba cansado, cansado de todo, cansado de estar allí, cansado de los chinos y de estar notando constantemente las miradas sobre él. Stella había intentando calmarlo, pero nada de lo que su abuela había dicho logró calmarlo, en cambio lo empeoró, pues mirar que su abuela mostraba simpatía por aquel que ante sus ojos le había robado una vida, solo hizo que desechara su opinión. —¿Cuándo podré irme? —Tenemos que tenerlo en observación al menos una semana más, señor Salvatore—murmuró el médico ganándose un gesto de reproche por parte del italiano quien dejó violentamente el tenedor sobre la mesa. Necesitaba volver a Italia lo antes posible, no deseaba quedarse allí esperando a que otros perpetrarán una vida mientras él perdía la suya. Estaba seguro de quienes le habían hecho daño y pensaba hacerlos pedazos. Sus ojos azulados ignoraron al doctor quien le explicó las razones por las cuale
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