29. Beso correspondido
Cuando llegó, Calioppe estaba inconsciente en el suelo, rodeada por Lisandro y varios de los jornaleros. Bajó del caballo apresurado, y con la mirada llena de preocupación; temiendo lo peor, se acercó hasta ella. — ¡Abran paso! ¡Necesita aire! — ordenó enérgico, haciéndose un espacio y arrodillándose junto al frágil cuerpo de su esposa. La tomó en brazos y la pegó protectoramente a él, cubriéndola con su espalda del ferviente sol. — ¿Qué fue lo que pasó? — preguntó a Lisandro. — No lo sé, patrón, pero cuando llegué la noté enferma, le pregunté si estaba bien, pero después perdió el conocimiento de un momento a otro. El brasileño se pasó la mano por el rostro e inspeccionó preocupado el de su joven esposa. — Calioppe, Calioppe — susurró, ansioso, notando su frente estaba perlada de un frío sudor. Tenía fiebre, reconoció de inmediato, así que sin perder más tiempo, la cargó en peso y la sostuvo con firmeza mientras se dirigía al caballo. — ¡Necesito ayuda aquí! ¡Debo llevarla a
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