Brendan se paseaba de un lado a otro de la habitación, bajo la atenta mirada de su padre. Estaba cansado, agotado, los dedos y las manos completamente agarrotados de tanto teclear en busca de información. Sin embargo, no había logrado dar con nada que les permitiera saber en qué punto estaban, quién estaba detrás de todo y, sobre todo, dónde diablos podía estar Amelia.—No puede ser. Es imposible que no haya ni el más mínimo registro en la red. Tiene que haber una manera de dar con Amelia —dijo entre dientes mientras se llevaba las manos en la cabeza.—Tranquilo, hijo —repuso Adam, acercándose a Brendan y colocando ambas manos sobre los hombros de su primogénito—. Llevas solo unas cuantas horas, no puedes esperar a solucionar todo ya.—El tema es que no sabemos cuánto le quede a Amy, qué es lo que pretenden hacerle… —murmuró con angustia—. No podemos darnos el lujo de perder más tiempo.—Lo sé, Bren, créeme que soy consciente de ello, pero estresándote no lograrás nada. Descansa, toma
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