Todos los capítulos de Un beso mágico ¡Jefe no me rechace!: Capítulo 11 - Capítulo 20
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10. Sobre mi cadaver
La noche caía sobre la ciudad, el parque finalmente estaba apagando sus atracciones por ese día y Aurora, agotada tanto física como emocionalmente por todo lo que había pasado, lo último que quería era llegar a su casa y tener que enfrentar los insultos de su madre. Vivir bajo el mismo techo con ella se había convertido en una pesadilla constante. La escasa cantidad de dinero que Aurora ganaba se esfumaba rápidamente, ya que su madre prácticamente se lo quitaba todo, y el poco que quedaba debía entregarse al prestamista y lo más preocupante de todo era que el ciclo parecía nunca acabar. Eso sumado a que había tenido que abandonar sus estudios en la universidad hace ya un semestre, si no lo hizo desde hace un año fue porque su padre ya le había pagado la colegiatura antes de morir. Pero eso era un lujo que ya no podía darse. Solo Emily, su amiga y compañera de trabajo, conocía la verdadera situación de Aurora, y tal vez fue por eso que se acercó a ella esa noche y la invitó a salir
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11. ¡NI SIQUIERA TERMINES ESA FRASE!
Aurora sentía que el cuerpo entero le estaba ardiendo en llamas. Era una sensación horrible que se mezclaba con las ganas de vomitar y el mareo que a duras penas la dejaba caminar, sus ojos buscaban con desespero a Emily pero no la encontraba, lo que hizo que la desesperación en su interior fuera mayor. Sin embargo, todo empeoró en el momento en que sintió un par de manos posarse en su cintura y al girarse se topó con el rostro de un desconocido. A pesar de su malestar y el estado en el que estaba pudo identificar la mirada lasciva que el hombre le estaba dando. —Hola, hermosa. ¿Por qué estás tan solita? Aurora pudo sentir el arranque errático de sus latidos cuando el miedo se disparó en su interior, en especial porque sabía que estaba perdiendo todo el control sobre su cuerpo y la inconsciencia parecía estar cada vez más cerca. —N-No..— Las palabras se quedaban atascadas en su garganta y eso pareció ser el impulso que necesitaba el tipo frente a ella, para tomarla de la mano y tir
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12. No te odio
Aurora sentía que el fuego que estaba quemándole de dentro hacía afuera solo se calmaba en el instante en que esas manos grandes y varoniles se posaban sobre ella. Por eso cuando cayó dentro del agua y sintió el cuerpo pegado a ella, lo único que pudo hacer fue acercarse mucho más para sentirlo por completo. Necesitaba apagar el calor. — ¿Ey, habladora, vamos a ponerte por allá ? Benjamín no sabía que demonios hacer, la habladora estaba pegada a él como si de una garrapata se tratara, solo que esa era una garrapata malditamente sexy, con la ropa mojada y que estaba viéndolo como si quisiera devorarlo. Con cuidado puso sus manos en los hombros de la chica e intentó separarla y ponerla en el otro extremo de la bañera para poder salir. Pero ella parecía tener otros planes, pues nada más alejarla volvía a pegarse a su cuerpo. —No… no. Has que se apague, por favor…—Aurora volvió a impulsarse hacía él y se aferró a su torso al tiempo que escondía el rostro en la curva de su cuello. B
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13. Soy más bien el ogro
Lo primero que Aurora notó fuera de lo normal esa mañana, fue que la cama en la que estaba descansando era demasiado cómoda y suave, algo totalmente atípico en su casa, pues su cama era angosta y el colchón podía pasar perfectamente por una servilleta. Lo segundo fue el silencio que había a su alrededor, pues de estar en casa, ya su madre le estaría gritando que era una holgazana por no haberse despertado a hacer el desayuno y lo tercero y tal vez má extraño, era que toda la habitación tenía un delicioso olor a hombre que se le hacía levemente familiar. Despacio fue abriendo los ojos y de inmediato una punzada de dolor le atravesó la cabeza obligando a que los cerrara nuevamente al sentir la luz darle en los ojos. Se sentía como si un camión le hubiese pasado por encima y al hacer memoria solo tenía flashes de la noche anterior. Primero recordaba haber pedido un cóctel y estar bailando en la pista con.. ¡Emily! Oh Dios, esa vez sí que abrió los ojos y lo que encontró la dejó comple
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14. ¿Quién demonios te ha hecho eso?
Aurora se bajó en la parada de autobuses y caminó hacia su casa, aunque lo que menos quería era encontrarse con su madre. Benjamin le había dado una orden directa: regresar y cambiarse de ropa antes de volver al parque. Apenas cruzó la puerta, se dio cuenta de que su madre estaba en la sala. La mirada que le lanzó estaba cargada de odio, una expresión que Aurora nunca había visto en el rostro de su madre. Los dientes apretados, su madre estalló en una pregunta venenosa: —¿Dónde demonios te metiste? Ahora además te has vuelto una puta? Tú padre debe estar retorciéndose en su tumba. Aurora quedó paralizada por las palabras de su madre. Esa acusación era tan falsa como dolorosa. Su madre nunca antes la había insultado de esa manera, probablemente porque ella solía quedarse en casa la mayor parte del tiempo. Aurora finalmente logró balbucear: —Mm-Me he quedado con Emily, lamento no haber avisado. El rostro de su madre al escucharla se volvió rojo en un instante. En un movimiento r
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15. No me gustan las mentiras.
Aurora había salido de su casa prácticamente corriendo, ni siquiera se preocupó por ponerse algún ungüento en el pómulo que sentía que ya estaba hinchado, ni limpiar la herida de su labio, no, lo único que ella quería era salir de esa casa. Al llegar al parque, Tony, el vigilante del turno de la mañana la miró como si estuviera viendo fijamente una escena del crimen. —¡Por Dios, niña! ¿Qué te ha pasado? Como pudo intentó regalarle una sonrisa tranquila al hombre y negó con la cabeza antes de decir: —Oh, no ha sido nada, ya sabe que soy muy traste y he tropezado en el baño, pero estoy bien. El hombre la miraba de manera dudosa y no había que ser un genio para saber que su mentira era más bien pobre, pero no pensaba ni por un segundo decirle a la gente lo miserable que era su vida fuera del parque, en su lugar le regaló una nueva sonrisa al hombre, sin importar que le hiciera doler la herida del labio y entró al parque. Lo primero que hizo fue buscar a su amiga Emily, la chica debí
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16. ¡El maldito dueño soy yo!
Benjamin no podía creer el nivel de atrevimiento de esta chica, mira que decirle que le ponía condiciones para aceptar el trabajo, ¡Cuando él prácticamente le estaba lanzando un salvavidas! Era más que claro, luego de haber conocido donde vivía, que la chica necesitaba el dinero con urgencia, además la investigación que le dio Alex decía que había tenido que retirarse de la universidad, aún cuando era la primera de su clase. Por eso el hecho de que le pusiera condicionantes le parecía una completa locura, aparte de ser un atrevimiento, ahí el jodido jefe era él. —¿Condiciones? — preguntó con los dientes apretados—¿A qué demonios te refieres con condiciones? ¡TE ESTOY DANDO UN MALDITO ASCENSO! Arora sabía que estaba jugando con fuego al atreverse a tanto, otra persona simplemente agarraría la oportunidad de oro que le estaban dando y listo, pero ella no era como las demás personas y si con este cambio de rumbo podría aprovechar para ayudar a los demás, entonces lo haría. —Sé que m
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17. Esto es solo el comienzo
Emily estaba viendo a Aurora con los ojos muy abiertos, mientras escuchaba de boca de la chica todo lo que había pasado en las últimas 24 horas. Y es que no entendía cómo era que tanta locura pudo haber ocurrido en tan poco tiempo. —¿Qué vas a hacer?— preguntó finalmente, ayudando a su amiga a quitarse el trabajoso disfraz de hada que llevaba puesto ese día— Es una gran oportunidad, ser la asistente de Benjamín Reed te daría estatus. Eso era algo que ya Aurora sabía, pues llevaba todo el día pensando en la propuesta que el CEO le había hecho y es que, el rubio le había dicho que tenía hasta que finalizara el día para darle una respuesta, y resulta que su jornada estaba a solo minutos de terminar y ella aún no sabía bien qué hacer. O bueno, sí que sabía lo que quería, pues lo que quería era ese ascenso y poder volver a estudiar, pero no sabía si aceptar la beca sería lo indicado, además su madre iba a poner el grito en el cielo. —Mi madre se pondrá histérica— dijo finalmente, exter
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18. Tiene que ser una m*****a broma
La mañana siguiente Aurora se despertó más temprano de lo usual y consiguió salir de la casa sin que su madre se diera cuenta, lo único malo de eso era que le tocaría esperar mucho para que el parque abriera, pues el ingreso al público era desde las 10:00 am.Con calma cruzó la calle del parque y entró a una linda cafetería que quedaba en todo el frente y dónde muy pocas veces había podido ir por cuenta propia, pues el dinero no le sobraba como estarse dando esos lujos, pero ese día no había desayunado y si tenía que esperar dos horas, era mejor hacerlo con el estómago lleno.Al entrar se acercó hasta la barra y pidió un café americano sin azúcar, lo único en esta vida que comía libre de azúcar era el café, porque del resto era una amante de los dulces.—Aquí tiene, señorita.—Muchas graciasAurora le regaló una sonrisa amable a la señora y tomó su bebida dispuesta a buscar una mesa donde sentarse a esperar y encontró una casi al final, donde solo estaba sentado un chico que no podía
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19. ¡NO VAS A GOLPEARLO!
Nathaniel estaba a punto de tener un ataque, no entendía cómo era posible que el mocoso se haya ido de su casa y nadie se hubiese dado cuenta. De Derrick no le sorprendió, pues el tipo no miraba al niño si no era para gritarlo o darle un golpe, pero Milly, su madre, debía estar como loca buscándolo. Llevaba al mocoso agarrado del cuello de la camisa mientras entraban al parque. A su lado la habladora caminaba con los ojos muy abiertos por la impresión, aunque milagrosamente había mantenido la boca cerrada. Los guió hasta la sala de empleados que a esa hora estaba vacía y solo cuando entraron soltó al muchachito y con una mirada insondable le dijo: —Tienes tres minutos para explicarme por qué carajos te has ido de la casa. Al escucharlo el rostro del chico se puso rojo y un gesto de rabia se apoderó de su cara, en el instante en que, con la mirada brillante, de lo que parecían ser lágrimas contenidas le decía. —¿En serio me preguntas por qué me fui? ¿Necesito recordarte como son las
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