Capítulo 23. Hierba mala nunca muere
Al día siguiente, Julián se despidió de Natalia y de las niñas, para volver a la hacienda y hablar con sus padres. Él quería casarse a la brevedad, pero no podía hacerlo sin contarle a sus padres sobre sus intenciones, él podía hacerlo, era mayor de edad y no necesitaba el permiso de nadie, sin embargo, jamás podría hacerlo sin la bendición de su familia, por sobre todas las cosas sus padres estaban primero.Julián hizo un par de paradas, primero fue en La Escondida, no podía continuar sin agradecerle a su tía Paloma lo que había hecho por las niñas.—No tienes nada que agradecer, Julián, esas niñas son un sol —dijo con una ligera sonrisa en los labios—, pero me temo que necesitan mucho amor y cuidados —añadió, tocando la mano de su sobrino.—Lo sé, sus vidas han estado llenas de tragedias, la muerte de su padre, la separación forzada de su madre. El abandono del que fueron víctimas, si pudiera borrar esos malos momentos de sus mentes y corazones, lo haría sin dudar —dijo.Paloma
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