Lo que fuera que su hijo había dicho no estaba bien. Debía de haber escuchado mal, debía de haber entendido mal sus palabras porque su hijo no podría estar más loco. Esa mujer le había dejado mal, muy mal. — ¿Qué diablos estás diciendo? Por favor, Julio, no seas imbécil. —Mamá, ¿no entiendes que aquella mujer que ahora mi hermano no se está presentando como su esposa es…? Mamá, el nombre de esa mujer, Teresa es la misma mujer que dio a luz a mi hijo, su nombre no es Teresa, su nombre es Mercedes. Yo soy quien tomó a Mercedes a la fuerza, ella tuvo un hijo mío, ella no es Teresa, mamá, por favor, tienes que detenerlo, tienes que hacer a que esa mujer regrese conmigo. Yo tengo a su hijo. Yo soy el padre de esa criatura, tenemos que ser la familia que yo siempre quise tener con ella, mamá, tienes que hacer algo —decía su hijo cada vez más rápido. Ni siquiera se daba un segundo para poder respirar y pensar en las palabras que estaban saliendo de su boca.Eran tantas cosas las que Emilia
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