Al salir de Villa Javier, Estrella, quien había mostrado una gran fuerza hasta hace un momento, se tambaleó, a punto de caer al suelo. Pedro, con reflejos rápidos, la sostuvo y preguntó con preocupación:—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?—Me siento débil, casi no puedo caminar.Estrella sacudió la cabeza. Había estado muy tensa, y ahora que se relajaba, sentía que su cuerpo se debilitaba.—¡Señorita, permítame cargarla!Griselda se adelantó, dispuesta a asumir la tarea.—Estás seriamente herida; no es conveniente.Estrella la rechazó de inmediato.—No es nada serio, solo son rasguños.Griselda se golpeó el pecho, despreocupada.—¡Si digo que es serio, es serio!Estrella frunció el ceño, con una mirada severa.—¿Ah?Confundida, Griselda miró a Pedro y pareció entender, asintiendo rápidamente:—Ah, sí, sí, me siento un poco mareada.—Mejor lo hago yo.Pedro, un tanto resignado, levantó a Estrella por la cintura. A pesar de su carácter fuerte, al final del día era solo una mujer. Debía habers
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